Breve introducción
El Poema de Parménides es el único texto que tenemos de este filósofo griego. Este poema está compuesto en hexámetros, medida usada en la Grecia arcaica (usada por Homero y Hesíodo), y llegó completo hasta el siglo VI d.C, gracias a Simplicio, que citó abundantemente en una época donde el poema era difícil de encontrar, así también por Sexto Empírico que conservó el proemio. Actualmente, se conserva de este poema un poco más de 150 versos, una extensión bastante importante, el cual está compuesto de dos partes: «Discurso de la Verdad» y «Discurso de la Opinión», siendo la primera parte más importante en cuanto contenido filosófico que la segunda parte; se estima que poseemos un 90% de esta primera parte, casi completo, en contraposición a la segunda parte que no poseemos en demasía. Mencionaré algunas cosas entorno al proemio.
El proemio del poema, está lleno de «imaginería» religiosa. En efecto, el poema inicia con una especie de «revelación religiosa»: se inicia con un viaje hacia más allá de las puertas del Día y la Noche, donde el poeta es llevado en un carro empujado por yeguas y es guiado por las hijas del Sol-siendo Helios la personificación del sol, Helios es la imagen de la verdad, ya que lo sabe todo-, el destino es un «lugar» donde está más allá de la alternancia, donde ésta es representada por las puertas antes mencionadas-el día y la noche representan los «grandes» contrarios- así, el poeta filósofo es llevado en donde no hay lugar al error, sino a la verdad: a lo que es. Las puertas son custodiadas por δίκε (díke [Justicia]) que posee las llaves de las puertas, las doncellas que llevaban la carrosa la persuadieron y finalmente el poeta llega hasta una diosa sin nombre, la cual accede a revelarle la verdad de las cosas y también de la falsedad de las opiniones de los mortales. Esta introducción a la exposición de la doctrina que el filósofo presentará, da cuenta del hecho de que este viaje fantástico representa como una experiencia mística, donde ocurre la revelación de la verdad, como si aquello que expone no es venido de los mortales, sino de la divinidad y que por ello tiene más peso que cualquier otra doctrina; siendo así el punto de llegada la verdad revelada por la divinidad.
Ya en la primera parte, en torno al Discurso de la Verdad, el filósofo relata lo que se le contó sobre la verdad, a saber: que sólo hay una vía de investigación confiable, la vía de «lo que es» y que durante los primeros 8 fragmentos del poema, hasta el verso 50 del mismo, deducirá la naturaleza de la realidad según aceptadas las premisas, esto es, las características de «lo que es»; Parménides las acepta como absolutamente verdaderas. A la conclusión que se llega, es que al mundo que conocemos es irreal, ya que no concuerda con los postulados aceptados previamente (es decir, no concuerda el mundo sensible con «lo que es»), conclusión que los filósofos posteriores intentaron rebatir, o, cuanto menos, encontrar una alternativa.
En la segunda parte, dedicada a la opinión, es una descripción de una cosmología, pero la diosa dice que es a partir de ese punto que hablará en torno al error y de forma completa. Aquí se presenta un problema: si Parménides ya en la vía de la verdad demostró que la multiplicidad del mundo sensible es irreal y que la unidad de «lo que es» es solamente real (y que no podía darse cambio alguno), ¿por qué molestarse en explayar una cosmología detallada si ha quedado antes dicho que todo lo que vemos es falso? Hay varias opciones: podría ser una síntesis parcial o completa de lo que los mortales creían sobre el cosmos; o que es una creación original de Parménides, pero con la pretensión de mostrar que toda cosmología posible es fundamentalmente falsa; otra posibilidad es que puso su empeño en ello porque, aunque sea falso el mundo en el cual vivimos, vivimos en él y que es tal como se nos muestra; aunque sea falso, tenemos que vivir y adecuarnos a él por muy falso que sea. Sea como fuere, no hay una conclusión a ese problema.
No me detendré mucho en explicar en detalle (ya lo hice en otro lugar) el poema, ya que costaría todo un blog para ello; esta entrada está limitada a presentar el texto íntegro, esto es, el poema; invito, pues, a leer la entrada dedica expresamente a la filosofía de Parménides, donde repaso el mismo poema hasta el fragmento 8 (que es donde termina la primera parte, el Discurso de la Verdad). Dicho esto, la traducción aquí usada es la de Alberto Bernabé, de su libro Fragmentos Presocráticos, existen otras traducciones claramente, pero he decidido usar ésta porque me parece bastante entendible y amena de leer en comparación a otras, que pueden ser traducciones más fieles pero un tanto más complicada de leer. La numeración que sigue este autor es la de Diels-Kranz. A continuación el texto que cambió la historia del pensamiento occidental y de la filosofía como nunca antes se había hecho.
Poema
I
Las yeguas que me llevan-y tan lejos como alcance mi ánimo-
me escoltaban, una vez que en su tiro me abocaron al
[camino muy nombrado
de la deidad, el que por todas las ciudades lleva al hombre
[que sabe.
Por él era llevado, pues por él me llevaban las discretas yeguas
que tiraban del carro; pero el rumbo lo marcaban las mu- 5
[chachas.
El eje, en los bujes, emitía un chirrido de siringe,
al rojo como estaba (y es que lo urgían, vertiginosas, dos ruedas
a uno y otro lado), cuando se apresuraron a escoltarme
las hijas del Sol-una vez que atrás dejaron la morada de la
[Noche-
hacia la luz, destocando sus sienes de los velos con sus ma- 10
[nos.
Allí se hallaban las puertas de las sendas de la Noche y el Día
y las encuadraban dintel y umbral de piedra.
Ellas, en lo alto del éter, se cierran con grandes portones
cuyas llaves de doble uso tiene su cargo Justicia, pródiga
[en dar pago.
Hablándole, pues, con blandas palabras las muchachas 15
la persuadieron hábilmente a que en un vuelo liberase
el cerrojo con fiador de las puertas. Y de los portones
vasto hueco dejaron al abrirse, tras girar en sus cuencos
alternativamente los quiciales muy broncíneos,
ajustados con pernos y clavijas. Por allí, a su través, 20
por la calzada en derechura guiaban las muchachas carro y
[yeguas.
Y la diosa me acogió benévola; tomó en su mano
mi mano diestra y así me dirigió la palabra y me decía:
«Joven acompañante de aurigas inmortales,
llegado con las yeguas que te traen a nuestra casa, 25
salud; que no fue un hado malo quien te impulsó a tomar
este camino (pues de cierto que está fuera de lo hollado
[por hombres)
sino ley y justicia. Preciso es que te enteres de todo:
tanto del corazón imperturbable de la verdad bien redonda
como de las opiniones de mortales en que no cabe creen- 30
[cia verdadera.
Aun así, también aprenderás cómo es preciso
que las opiniones sean en apariencia, entrando todas a
[través de todo.
II
Ea pues, que voy a contarte (y presta tú atención al relato
[que me oigas)
los únicos caminos de búsqueda que cabe concebir:
el uno, el que es y no es posible que no sea,
es ruta de Persuasión, pues acompaña a la Verdad;
el otro, el de que no es y el de que es preciso que no sea, 5
éste te aseguro que es sendero totalmente inescrutable.
Y es que no podrías conocer lo que no es-no es alcanzable-
ni tomarlo en consideración.
III
Pues lo que cabe concebir y lo que cabe que sea son una mis-
[ma cosa.
IV
Mira pues lo suficiente, aun así firmemente presente al enten-
[der,
pues nunca podrías cortar de modo que el ser no se siga con
[el ser,
ni dispersándolo en un orden del todo por doquier,
reuniéndolo.
V
...Indiferente me es
por dónde comenzar, ya que de nuevo allí de vuelta llegaré.
VI
Es necesario que sea lo que cabe que se diga y se conciba,
[Pues hay ser,
pero nada, no la hay. Te exhorto a que medites sobre ello,
pues te aparté lo primero de esta vía de indagación.
Mas también de esta otra, por la que de cierto mortales que
[nada saben
andan errantes, como con dos cabezas, pues la incapacidad 5
[que anida
en sus pechos torna derecho un pensamiento descarriado.
[Y ellos se ven arrastrados
sordos y ciegos a un tiempo, estupefactos, horda sin discer-
[nimiento,
a quienes de ordinario ser y no ser les parece lo mismo
y no lo mismo, y de todas las cosas es regresivo el camino.
VII
Y es que nunca se violará tal cosa, de forma que algo, sin ser,
[sea.
Así que té aparta de esta vía de indagación tu pensamiento,
y que la rutina de la mucha práctica no te fuerce tampoco a
[encaminar
por esta vía ojo desatento, oído resonante
y lengua: en vez de eso discierne en razón la prueba muy ar- 5
[gumentada
que te he propuesto.
VIII
Y ya sólo la mención de una vía
queda; lo que es. Y en ella hay señales
en abundancia; que ello, como es, es ingénito e imperece-
[dero,
entero, único, inmutable y completo.
Y que no «fue una vez», ni «será», pues ahora es todo a la vez, 5
uno, continuo. Pues, ¿qué origen le buscarías?
¿Cómo y de qué habría crecido? Pues «de lo que no es» no te
[dejaré
decirlo ni concebirlo, pues no cabe decir ni concebir
que no es. ¿Y qué necesidad lo habría impulsado
a crearse antes o después, originado de la nada? 10
Así que es necesario que sea plenamente o que no sea en ab-
[soluto.
Y nunca la fuerza de la convicción admitirá que, de lo que
[no es,
nazca algo fuera de sí mismo. Por ello ni nacer
ni perecer le permite Justicia, aflojando sus grilletes
sino que lo retiene. La decisión sobre tales cuestiones está en 15
[esto:
dejar una vía inconcebible, innombrable (pues no es la ver-
[dadera),
de forma que la otra sea, y sea la auténtica.
Y es que ¿cómo lo que es iba a ser luego? ¿Y cómo habría lle-
[gado a ser?
Pues si «llegó a ser» no «es», ni tampoco si «va a ser». 20
Así queda extinguido «nacimiento» y, como cosa nunca
[oída, «destrucción».
Divisible, tampoco lo es, pues es todo él igual,
ni hay por una parte algo más-ello le impediría ser continuo-
ni algo inferior, sino que está todo él lleno de ser.
Así que es todo continuo, pues, como es, toca con lo que es. 25
Mas inmóvil, en la limitación de cadenas poderosas
está, sin principio ni fin, pues «nacimiento» y «destruc-
[ción»
fueron desterrados a muy lejos y los rechazó la verdadera
[convicción.
Manteniéndose lo mismo y en lo mismo, yace por sí mismo
y así permanece firme donde está, pues la poderosa Obli- 30
[gación
lo mantiene en las prisiones del límite que lo encierra de am-
[bos lados,
y es que no es lícito que lo que es sea incompleto,
pues no está falto, ya que, caso de estarlo, todo le faltaría.
Así que es lo mismo concebir y la concepción de que algo es,
pues sin lo que es, con respecto a lo cual está expresado, 35
no hallarás el pensar; que nada hay ni habrá
fuera de lo que es, pues el Hado lo aherrojó
para que sea total e inmóvil. Por tanto serán nombres todo
cuanto los mortales convinieron, creídos de que se trata de
[verdades: 40
llegar a ser y perecer, ser y no ser,
cambiar de lugar y variar de color resplandeciente.
Pues bien, como hay límite último, completo está
por doquier parejo a la masa de una bola bien redonda,
desde el centro igualado por doquier, pues que no sea algo
[mayor 45
ni algo menor aquí o allá, es de necesidad,
ya que no hay nada que, sin ser, le impida alcanzar
lo homogéneo, ni que, siendo, lo haga ser
por aquí mayor, mas por allí menor; pues es todo inviolable,
y es que igual a sí mismo por doquier, alcanza sus lindes uni-
[formemente.
En este punto ceso el discurso y pensamiento fidedignos 50
en torno a la verdad. Aprende desde ahora
mortales opiniones, oyendo el orden engañoso de mis frases.
Convinieron, pues, en dar nombre a dos nociones,
a una de las cuales no hay necesidad-en esto están descami-
[nados-
Las creyeron opuestas en cuerpo y asignáronles señales 55
aparte unas de otras: por un lado, el etéreo fuego de la llama,
que es apacible, muy ligero, idéntico a sí mismo por doquier,
pero no idéntico a otro, sino que éste es por sí mismo
lo contrario: noche ciega, densa y pesada de cuerpo.
Te describo todo este ordenamiento verosímil 60
de forma que nunca algún parecer de los mortales te aventaje.
IX
Pues bien, cuando ya todo denominado luz y noche
quedó, según sus cualidades, en esto y en aquello,
todo está a un tiempo lleno de luz y noche oscura,
de ambas por igual, ya que no hay nada entre una y otra.
X
Conocerás la configuración de las alturas y todas las señales
que en las alturas hay, así como los hechos invisibles de la
[pura
antorchas del fulgente sol, y de dónde llegaron a ser.
Y sabrás de las acciones errabundas de la luna de redondo
[rostro
y de su hechura, y aún conocerás el cielo que lo abarca todo, 5
de dónde se hizo y cómo la Necesidad que lo guía
lo ató a la obligación de mantener las lindes de los astros.
XI
...cómo la tierra, el sol, la luna,
el común cielo, la celeste vía láctea, el Olimpo
remoto y la cálida fuerza de los astros urgieron por nacer.
XII
Pues los menores llenos están de fuego puro,
y los de encima, de noche, mas también fluye una parte de
[llama.
En medio de ellos, la diosa que todo lo gobierna
-pues por doquiera preside el parto odioso y el aparea-
[miento-,
llevando a la hembra a aparearse con el macho y viceversa,
al macho con la hembra.
XIII
Concibió a Eros el primero de los dioses todos.
XIV
Fulgor de la noche en torno de la tierra, errante luz ajena.
XV
Siempre con la vista fija en los rayos del sol.
XVa
Arraigada en el agua (está la tierra)
XVI
Y, según como sea en cada caso la mezcla de sus miembros
[errabundos,
será el entendimiento de que a los hombres se dotó. Pues lo
[mismo
es lo que piensa la naturaleza de los miembros en los hom-
[bres
en todos y cada uno; porque lo que es, es entendimiento.
XVII
A derecha, niños; a izquierda, niñas.
XVIII
Cuando hembra y macho mezclan a una de las simientes del
[amor,
la virtud conformada en las venas de sangre diversa,
caso de que guarde proporción, cuerpos bien formados con-
[figura,
pue si las virtudes en la simiente mezclada lucharan entre sí
y no se hicieran una en el cuerpo mezclado, crueles
atormentarán al sexo que nazca con doble semilla.
XIX
De este modo-así lo creen-nacieron estas cosas y ahora son,
y de aquí en adelante irán muriendo, una vez criadas.
Y los hombres convinieron en ponerle nombre distinto a
[cada una.
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Detalle de La apoteosis de Homero de Dominique Ingres
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Bibliografía recomendada
Bernabé, A. (2008). Fragmentos presocráticos: de Tales a Demócrito (Tercera ed.). Madrid, España: Alianza Editorial.
Guthrie, W. (1986). Historia de la filosofía griega (Primera ed., Vol. II). Madrid, España: Editorial Gredos.
Kirk, G., Raven, J., & Schofield, M. (2014). Los filósofos presocráticos (Segunda ed.). (J. G. Fernández, Trad.) Editorial Gredos.
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