«Un Antes y un Después»
Sin duda alguna, Parménides de Elea (¿530 a.C?/¿515 a.C?) cambió todo el pensamiento griego posterior: todo lo que se había dicho, todo el esfuerzo intelectual, todo el pensamiento filosófico anterior, se vio fuertemente afectado por la intrusión de este pensador. Antes de él, la especulación filosófica se veía inmersa en el problema del ἀρχή (arjé), de descubrir aquello que da origen a las cosas del mundo. La intromisión de Parménides significó que un único principio no puede generar la realidad múltiple de la cual nosotros tenemos experiencia.
No estaba tan solo en juego el arjé sino el problema de la multiplicidad y de la unidad. Ambos problemas estaban relacionados y el solucionar uno comprometía al otro de alguna forma; los filósofos anteriores no lograron resolver el problema satisfactoriamente. Pero, Parménides, hijo de su tiempo y del contexto en el cual estaba la filosofía:
¿Cómo solucionó el problema?
La Vida «Desconocida» de Parménides
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Detalle de Parménides en la pintura Escuela de Atenas de Rafael Sanzio. |
Parménides nació en la colonia griega de Elea, en la Península Itálica (en aquella época, existían distintas colonias griegas por el sur de Italia, a este territorio ocupado se le llama Magna Grecia). De este filósofo no conocemos demasiado, incluso en las Vidas de Diógenes Laercio no hay demasiada información sobre él, lo poco que sabemos es que pudo haber tenido un contacto con los pitagóricos, que tuvo una considerable intervención en la legislación de su ciudad y que fue un hombre de un linaje rico e ilustre. 1 Según Diógenes Laercio, Parménides fue discípulo de Jenófanes de Colofón2, pero dejó de seguirlo y siguió, en cambio, a un tal Aminias, un pitagórico y que gracias a este se volvió a la «serenidad (de la vida teórica)» (D.L., IX, 21).
Una anécdota famosísima que se conoce es el encuentro que tuvo Parménides y Sócrates cuando era joven, conocido sobre todo por el diálogo platónico Parménides (127a), y, si bien es cierto que las edades coinciden3, todo a punta a que el encuentro pudo haber sido ficticio.
Desgraciadamente, como se dijo, son pocos datos de los que se tienen de él, e incluso la fecha de nacimiento no es conocida de forma segura. A pesar de ello, la obra y pensamiento del filósofo sí se conoce de forma más segura que su vida y es posible realizar una re-estructuración de su filosofía gracias a los fragmentos conservados de su poema.
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Restos de la antigua colonia de Elea en Italia. |
Obra y Pensamiento
Sobre su Poema
Como ya se dijo, la obra de Parménides no se nos ha perdido completamente. Se le atribuye tan sólo una obra, un poema, de nombre Acerca de la naturaleza (Περὶ φύσεως ὶστορία)-título que no era anormal para las obras de su época, ya que los autores no solían titular sus obras en la Grecia arcaica- y está escrito en hexámetros, medida usada en la Grecia arcaica por Homero y Hesíodo y de amplio uso por la literatura antigua.
Del poema se conserva una extensión considerable: poseemos 150 versos y nos podemos hacer una idea de la estructura del mismo; se conservaron fragmentos importantes gracias al filósofo escéptico Sexto Empírico, éste conservó el proemio (Kirk, Raven, & Schofield, 2014), y el filósofo neoplatónico Simplicio rescató amplios extractos del poema en sus comentario al De Caelo y a la Física de Aristóteles (Kirk et al., 2014); incluso, gracias a Simplicio, la obra llegó completa al siglo VI d.C, debido a las abundantes citas que él hizo del poema, pero con el hecho de que ya para ese entonces la obra era ya difícil de encontrar (Bernabé, 2008).
El poema está compuesto de un proemio (o canto de apertura), el cual está compuesto de 32 versos y lo tenemos completo, como de dos partes: el «Discurso de la Verdad» y el «Discurso de la Opinión»; el primero lo poseemos en un, aproximadamente, 90% mientras que el segundo perdimos una considerable extensión (Bernabé, 2008).
El Proemio
El lenguaje usado en el promedio es un tanto ambiguo y trae a confusión cómo interpretar -o cómo traducir- lo dicho en él ya que las palabras pueden contener una doble interpretación, y dependiendo de la interpretación puede decir algo diferente. El poema inicia como una especie de viaje: el poeta es llevado a través de un carro empujado por unas yeguas y guiado por las hijas del Sol, atravesando las puertas del Días y de la Noche, hasta llegar a la luz. Las puertas estaban bajo la custodia de Díke (Justicia), las doncellas le persuaden y logran así pasar por las puertas de la alternancia; el poeta es recibido amablemente por la diosa, la cual le instruye en la verdad, cosa que ningún hombre antes le ha sido revelado. Desde ese punto, el resto del poema se torna al monólogo de la diosa, hablando en primera persona y, debido a esto, dándole la sensación al lector que el que le habla no es la diosa, sino el filósofo (Bernabé, 2008).
El inicio del poema recuerda a una especie de revelación divina, esto refleja el carácter místico-religioso de las filosofías del sur de Italia y el viaje es una alegoría de la búsqueda de la verdad, siendo ella expresada por la divinidad. En cierto modo, las puertas del Día y de la Noche previenen sobre el carácter de la revelación que se le dará al filósofo, a saber: el cambio es imposible, y las puertas representan los dos grandes contrarios y a la alternancia, por lo tanto, si está más allá de las puertas, está yendo a donde no hay alternancia, es decir, lo que es (eso sí, hay una larga controversia sobre dónde el carro llevó a Parménides y no hay una respuesta totalmente concluyente4); pero, esencialmente, el punto de llegada es, pues, la verdad y la razón mientras que pasa por las puertas del error y de la opinión.
El camino de la Verdad, del Error y el Sujeto
La diosa le plantea una dualidad: el camino de la verdad o de «lo que es y no puede no ser» (τὸ ἐόν) y el camino del error o de «lo que no es [μὴ ἐόν] y no puede ser». El segundo camino es de poca (mejor dicho, nula) confianza y es la experiencia de los mortales (fr. 1, 30), y tampoco es real, pero la diosa se ocupa de este camino debido a que este tiene cierta necesidad: «Es ésta la forma absolutamente necesaria del saber humano en tanto que humano, por lo que las opiniones pueden y deben ser objeto de investigación por los hombres» (Bernabé, 2008, p.148); el primer camino es lo contrario al segundo, es camino de confianza absoluta y es la verdad como también la razón, este camino es el único real y es necesario que así sea; el segundo es un camino intransitable mientras que el primero es transitable. y ambas son lógicamente excluyentes entre sí.
Una pregunta que puede venir a la mente es: ¿Cuál es el sujeto de «lo que es» o de ese «es»? Se ha propuesto como una hipótesis que Parménides se refiere a una tautología —«decir lo mismo»—, que a lo que se refiere es al ser mismo. Esta hipótesis es bastante probable debido a que en el fragmento 6 («hay, pues, ser, nada, no hay») se refiere al ser como «lo que es»; es totalmente relevante este problema: si se sabe el sujeto de aquello que «es», se tiene la base para el argumento siguiente.
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Busto de Parménides. |
Se puede interpretar de dos maneras distintas: la existencial y la predicativa. Tenemos también, dentro de lo predicativo, dos caminos: predicar sobre lo afirmativo (a es) y sobre lo negativo (a no es, o, no-a es); sobre este es simplemente absurdo ya que si no es, nada se puede predicar de él5; el resultado paradójico de estas oraciones invita a replantearnos seriamente el lenguaje y los conceptos que utilizamos, que en este caso, «las relaciones entre significado, referencia y existencia» (Kirk et al., 2014, p.328). Por tanto, para Parménides, predicar algo está fuertemente relacionado con «lo existencial»6, y si se puede decir algo (predicar) de algo es porque efectivamente ese algo es, mientras que, si no se puede predicar de él, ese algo no es y por lo tanto es incognoscible (es por esto que dice que el segundo camino es intransitable).
Y si realmente al decirnos Parménides una tautología como «lo que es, efectivamente, es» implica que al decir "es" estamos diciéndolo en todas sus consecuencias, es decir: excluir el «será», «era», «llegar a ser», «fue», y demás; quedando tan sólo el tiempo presente (Bernabé, 2008). Y que el «ser» siempre sea es una de sus características, la eternidad (veremos que esta es una de las características del ser).
Parménides hace énfasis de esta tautología, dice Guthrie (1986, p.30), debido a la impertinencia de los filósofos precedentes (específicamente los milesios), pues estos se dedicaron a buscar el arjé detrás de todas las cosas, y que decían que el arjé permanecía en todas estas a pesar de los cambios y/o alteraciones, y que estas cosas eran una sola; si se acepta de antemano que «lo que es, es» no puede sino llevarnos al argumento de Parménides, de ahí la necesidad de la afirmación explícita de la tautología, para hacer notar, básicamente, que a la humanidad (como a los antiguos filósofos) se les ha pasado hacer «suya» esta verdad. «Quizás sea la primera vez, pero ciertamente no la última, que un filósofo ha considerado necesario partir de una tautología por las mismas razones» (Guthrie, 1986, p.30).
Características de «lo que es»
El primer camino que la diosa exhorta a investigar es el camino de «lo que es» y le advierte de no meterse por el segundo camino (no como primer camino a investigar), también le pide que rechace un tercer camino, el cual es la confusión de las otras dos, la mezcla del no-ser con el ser; todo esto en el fragmento 6. En este fragmento nos dice que si somos inseguros en la decisión y postergamos el decidirnos por el buen camino, podremos caer en la confusión de poner como iguales el ser y el no-ser y esto es debido al «fracaso en el uso de las facultades críticas (293, 6-7) [fr.6, 6-7]. Resultará que uno dice o implica tanto que una cosa es como que no es (e. g. mediante la aceptación del cambio y de la llegada a la existencia); y, así, uno vagará desvalido desde una de las vías diferenciadas en 291 [fragmento 1] a la otra y, por tanto, los pasos serán "regresivos", i. e. contradictorios» (Kirk et al., 2014, p.330).
Ahora bien, si seguimos el camino de investigación correcto, callando nuestros sentidos como la experiencia, además de rechazar las opiniones de los mortales ya que sus opiniones son totalmente erróneos ya que confunden el ser y el no-ser, la razón está siendo bien conducida como es lo natural y llegaremos a conocer "signos" (o referentes) del camino verdadero: «que, lo que es siendo, es inengendrado e imperecedero, entero, único, inconmovible y perpetuo» (fr.8, 3-4).
Parecería que nuestra búsqueda investigativa encuentra opciones ilimitadas de objetos, pero Parménides nos dice que la verdadera ciencia se comprometerá con estos atributos del objeto, y que no podremos tener cualquier cosa como digna de investigación, ya que si no «es», nada es (por ello nos dice que no podemos pensar cualquier cosa), el objeto por tanto es sólo uno7; a la conclusión que se llega del fragmento 8 es a un monismo: todo debe tener un sólo carácter e igual, y que una parte no puede tener otros caracteres a los dichos porque sería diferente al ser, y lo diferente es el no-ser (Kirk et al., 2014).
Entonces, sólo nos queda un camino y este es el único correcto. Ahora, Parménides (en el fragmento 8), siguiendo lo indicado por la diosa, nota los signos que el camino muestra.
Ingénito e imperecedero
En el fragmento 8, cómo se pudo notar, menciona que «lo que es» será siempre: porque si llegó a ser, «¿qué nacimiento podrías encontrarle? ¿cómo y de dónde se acreció? No te permitiré que digas ni pienses de "lo no ente", porque no es decible ni pensable lo que no es. Pues, ¿qué necesidad le habría impulsado a nacer después más bien que antes, si procediera de la nada? Por tanto, es necesario que sea completamente o no sea en absoluto» (fr. 8, 7-13); las conclusiones lógicas a las que arriba este argumento es que el ser sea siempre porque de la nada, nada sale; además tiene una dimensión lingüística: «La oposición lingüística entre pasado, presente y futuro ("era", "es", "será") se entiende por parte del filósofo en el sentido de que "era" quiere decir necesariamente "ya no es", y "será", "todavía no es". De admitir estas categorías lingüísticas y lógicas en este sentido, "es" es imposible con "era" y "será"; luego es ingénito e imperecedero...» (Bernabé, 2008, p.151).
Primeramente plantea estas objeciones a la generación y a la corrupción (nacimiento y muerte, por así decirlo) porque si se rechazó ya la segunda vía, no debe haber un cupo para el no-ser en este camino. Las preguntas «¿qué nacimiento podrías encontrarle?» y «¿cómo y de dónde se acreció?» tienen como única respuesta el no-ser, pero sería un absurdo afirmar esto porque ya se rechazó y se demostró que es imposible que lo que una vez no fue, sea en algún momento; aquí viene otra consideración: el principio de razón suficiente, este principio nos dice que, aquello que es, ha de tener una explicación de su existir. Apelando a este principio de manera indirecta, pide una explicación que pueda dar razón del argumento de la generación del ser, pero debido a que no hay otra forma que algo llegue a existir que no sea por medio del no-ser se, se rechaza esta objeción y se afirma que es ingénito e imperecedero (no nace ni se corrompe).
Uno y continuo
Siguiendo con el fragmento 8 (vv. 21-25), Parménides menciona que el ser no es divisible, ya que es un todo homogéneo (es decir, igual), pero ¿en qué sentido nos dice el filósofo que es continuo es todas sus partes, y que es uno, siendo él («lo que es») indivisible? Refiriéndonos a la continuidad, se puede entender más como de manera espacial que temporal: el ser es continuo y homogéneo en todas partes, lo ente está en todas partes y no hay más en un lugar que en otro; es completamente continuo por esto mismo, si hubiera «menos» en algún lugar del espacio, dejaría de ser continuo; es uno porque si se pudiese dividir, existiría algo diferente al ser y esto es el no-ser, por tanto, es imposible que no sea uno -también el argumento de la continuidad aporta fuerza a este argumento, no hay «gradaciones» del ser.
Siguiendo el argumento, a la conclusión lógica que se llega (siguiendo al texto) es que la realidad es una e indiferente entre sí, es irresistible pensar que es así como concebía Parménides la realidad; el texto es ambiguo y por estas dificultades es complicado sacar una interpretación 100% precisa. Se puede deducir del argumento de Parménides, el cual es que «lo que es» es continuo y uno, que rechaza explícitamente el vacío, siendo una característica importante del pitagorismo; donde hay ser no puede haber no-ser, y donde está el no-ser no hay ser claramente, entonces el espacio vacío (esto suponiendo que «lo que es» es físico) no existe.
Invariable
Parménides, en el fragmento 8 (vv. 26-31), menciona varias cosas: que «lo que es» es ἀκίνητον8 y de esto se puede obtener la siguiente argumentación de Geoffrey Kirk et al (2014):
(1) Es imposible que lo que es llegue a ser o perezca. Por tanto, (2) existe sin cambio dentro de las ataduras de un límite.
Es, pues, natural que interpretemos los vv. 29-31 como una expresión más enfática del contenido de (2). Interpretado así, indican una inferencia más compleja desde (1), por tanto:
(2a) está contenido dentro de las ataduras de un límite que lo aprisiona por todas partes.
En consecuencia, (2b) permanece el mismo y en el mismo lugar y sigue estando por sí mismo. (p.335)
Es decir: que una vez declarado que «lo que es» siempre sea, que no tuvo comienzo ni fin, de esto se sigue que él no se mueve y que no sufre cambio alguno. Así lo menciona Parménides, la «poderosa necesidad» (κρατερὴ γὰρ ἀνάγκη) mantiene sujeto con fuertes lazos del borde, evitando que no se «mueva» de su lugar.; y si entendemos el movimiento en sentido aristotélico, no sólo es inmóvil, es invariable. Cuando Parménides habla de un límite no se conoce exactamente el sentido, pero se podría entender como un límite espacial, y cuando habla de estar dentro de ciertos límites, se podría interpretar como determinación (Kirk et al., 2014). Pero, en resumen, no sufre de cambio (ya se dejaba en claro esto cuando se mencionó que era ingénito e imperecedero).
Perfecto
Parménides, ya en los últimos versos del discurso de la verdad (vv.32-49), dice que a «lo que es» no le falta nada ni le sobra nada en lo absoluto, es perfecto (τετελεσμένον ἐστὶ): si de algo carece, carecería de todo (vv.33-34). Que el ser no carezca de nada es necesario según Parménides, ya que, por ejemplo, si el ser careciera de límites (recordemos que el ser es limitado y no ilimitado) es decir con otras palabras que el ser no es algo (en este caso ser limitado, tener límites) y esto quiebra la afirmación de que el ser es (Bernabé, 2008).
Parménides al hablar de un límite, está yendo en contra (de forma consciente o no) contra el ápeiron de Anaximandro. Este postulaba que el ápeiron es indeterminado e ilimitado (de hecho, ápeiron quiere decir justamente esto, 'lo no-limitado'), caracterizándolo de inmortal, imperecedero y «sin edad», pero no sólo eso, de él (del ápeiron) nace el mundo y lo demás (Guthrie, 1986).
Parménides lo refuta siguiendo sus propios principios: el ápeiron de Anaximandro es inacabado, incompleto y nunca llegar a estar completo a pesar de que todo cabe en él, y justamente «lo que es» no puede ser incompleto si ya dejamos en claro que el ser es eterno y completo; si «lo que es» fuese como el ápeiron, estaríamos hablando de algo que «no es» en cierto modo (recordemos que no es limitado y es «no-definido») y esto claramente «no puede ser». Si no es completo, nunca lo será. Además, que carezca de límites, produciría que careciera de todo, ya que el ser no puede tener gradaciones; sólo hay dos posibilidades: es o no es, si no es, no es absolutamente (Guthrie, 1986).
Parménides continúa diciendo que los mortales han concebido nombres-creyendo que son verdaderos-como nacer, perecer, ser y no-ser, cambiar de lugar, variar de color (vv.40-41), pero a pesar de que estos hablen del devenir, hacen referencia a una sola cosa: lo que es, a lo que no contiene en sí cambio.
Ahora bien, anteriormente Parménides (fr.3) dice algo un tanto curioso: «Pues lo que cabe concebir y lo que cabe que sea son una misma cosa»9; se puede entender que es lo mismo pensar o inteligir como aquello que es pensado (o «lo que es pensado»), es decir, que si tienes un pensamiento debes tenerlo de algo que es, estás pensando en algo que es; fuera del ser no hay nada, la nada no se puede inteligir o pensar, no es nada real.
Además, que tenga un límite lo hace perfecto como dijimos, ya que está contenido y determinado, parecido a «una esfera [σφαίρης] bien redonda desde el centro igual en fuerza en toda dirección» (vv.43-44), no hay más ni menos en ningún lugar y tampoco existe algo que le impida ser uniforme consigo mismo, el ser no posee deficiencias por estar determinado (Kirk et al., 2014). Esta idea de que el ser es, aparentemente, esférico no es una idea novedosa de Parménides, para los griegos la esfera representa perfección ya que toda ella está contenida en sí, determinada y limitada, y no tiene punto de inicio y fin, cualquier punto de su superficie al centro es igual.
En este argumento de Parménides no se puede deducir que «lo que es» posee extensión, como si fuese extendido, solamente compara «lo que es» con la imagen de un balón (σφαῖρα puede significar tanto 'balón' como 'esfera', aunque, dice Guthrie [1986, p.57], que es mejor traducirlo como 'balón', ya que 'esfera' sería una aplicación más general y posterior a todo lo que posee forma esférica). Esta comparación puede más o menos sugerir que efectivamente es esférico.
Final del primer camino y Consecuencias
El primer camino termina en el verso 50 del fragmento 8, y Parménides nos deja en un callejón sin salida: se ha negado todo lo que nuestros sentidos afirman de la realidad, la pluralidad, el devenir, el movimiento y el cambio. Las consecuencias de su filosofía se dejarán notar durante el resto del desarrollo de la misma: es a partir de él que los filósofos tomarán su crítica e intentarán encontrar una alternativa para poder unir tanto a las exigencias lógicas del ser y a la experiencia de lo múltiple y y de lo cambiante, e intentar postular de aquí en adelante un único principio y causa que da origen al cosmos (como lo hicieron los jonios y Heráclito) es insuficiente para explicar el cosmos. Esto es aceptar tanto las críticas de Parménides como los atributos que dio del ser e intentar buscar una alternativa, o, en caso de no poder salir de la aporía, aceptar la resignación de no filosofar más.
El problema del cambio planteado por él no tendría una respuesta satisfactoria hasta Aristóteles, así fue la magnitud y lo contundente de la filosofía parmenídea. Parménides, pues, no resolvió el problema de lo múltiple y de lo uno, lo destruyó, llevándolo hasta sus últimas consecuencias: todo lo que hay es ser, nada no la hay (fr.6, 1-2), el cambio es ilusión y esto, que intentaron resolver los filósofos anteriores, dejó de tener sentido, y todo lo que es, es simplemente inmóvil y, por tanto, lo que nos dice nuestros sentidos es erróneo.
Este filósofo representó un gran avance para la filosofía y posee un puesto, uno muy notable, en la historia de la misma, pero la contundencia de su filosofía llevó al pensamiento filosófico a un callejón sin salida; Étienne Gilson dice esto: «Ya en el siglo V a.C., Parménides condujo la metafísica, esto es, nuestra ciencia humana de la naturaleza del ser hasta uno de sus últimos límites, y ya veremos que el mismo Platón no pudo jamás salir de este callejón metafísico sin salida» (1996, p.27). También dice esto Alberto Bernabé Pajares en el inicio de la parte dedicada a Parménides:
La especulación de Parménides de Elea habría de dejar una impronta imborrable en la trayectoria del pensamiento llamado presocrático. A partir de él, tanto si se aceptaron sus ideas (como hicieron Zenón y Meliso) como si se propusieron alternativas (caso de Empédocles, Anaxágoras o los atomistas), los filósofos que lo siguieron no tuvieron más remedio que partir de sus formulaciones e intentar resolver sus aporías, por lo que la especulación posterior habría de orientarse por caminos muy diferentes de los que se habían tomado anteriormente. (2008, p.143)
Platón mencionó, en boca de Sócrates, que a él le parecía Parménides «venerable y terrible» (Teeteto, 183e), y ciertamente, su propuesta y descubrimiento del ser como aquello que constituye a todos los «seres» es de notable respeto, pero justamente es que Parménides haya llegado a conclusiones radicales fruto de este descubrimiento es de temer. Parménides dotó al ser de los atributos de la noción de «mismidad» (o auto-identidad) y que todo lo que participa del ser es idéntico entre sí, pero hay otra tesis latente en su poema: «Lo que yace en el fondo de la doctrina de Parménides es esta verdad fundamental: como quiera que miremos a la realidad, no conseguiremos descubrir en ella nada más importante que su misma existencia» (Gilson, 1996, p.28), de ahí su notable persistencia de declarar que «el ser es» y «el no-ser no es», pero es esta «verdad fundamental» lo que nos lleva a consecuencias catastróficas:
Si ser un ser y existir son una la misma cosa, se hace imperativo para nosotros excluir de la existencia actual todo aquello que no exhiba los genuinos caracteres del ser. Ahora bien, el ser es uno, pero el mundo sensible en que vivimos nos aparece como múltiple. (...) Entonces, si sólo aquello que merece el título de ser es, o existe, deberá decirse que el mundo de los sentidos en su totalidad no es. Una extraña aunque inevitable consecuencia con la que, todavía hoy, los metafísicos se encuentran enfrentados. Si la realidad es aquello que es, entonces no hay nada real sino el ser y, siendo así que no tenemos experiencia de nada a lo que podamos considerar como absolutamente uno, ingenerable e indestructible, totalmente homogéneo, continuo y libre de cambio y se sigue necesariamente que la verdadera realidad es un puro objeto de la mente. La realidad actual se convierte así en el privilegio exclusivo de aquel objeto del pensamiento al cual tan sólo nuestro entendimiento puede adscribir los atributos del ser. De todo lo demás, es decir, de este infinitamente variado mundo del cambio, incluidos nosotros mismos que vivimos en él, no se puede decir que sea: es sólo una apariencia, una mera ilusión. (Gilson, 1996, pp.28-29)
Paradójicamente la conclusión llegada nos lleva a anular justamente esta «verdad fundamental» que Parménides nos está diciendo: lo que en el habla común se le llama existencia es al mundo de los sentidos, el mundo que estamos negando, fuera de este mundo no poseemos conocimiento de otra realidad más que de esta de forma evidentísima; Parménides nos lleva a declarar que el no-ser, en este sentido último que acabo de mencionar, existe, mientras que el ser no existe: está ocurriendo aquí un rompimiento entre ser y existir en términos «mortales»; sólo «lo que es» puede existir pero no en el sentido que nosotros lo entendemos (Gilson, 1996).
Parménides, entonces, es el primero en establecer una filosofía «existencialmente neutra», es decir, que no se preocupa de los entes particulares, ya que son irreales para ella. Como dice Étienne Gilson: «En resumen, una filosofía así entendida puede tal vez ser capaz de decírnoslo todo acerca de lo que la realidad es, pero nada en absoluto con respecto a este detalle insignificante: la existencia actual o inexistencia de lo que llamamos [nosotros] realidad» (1996, p.23). Esta concepción del ser la hereda Platón y, como dice Gilson (1996), tuvo que lidiar con los problemas que dejó Parménides, ya que este dijo que la característica fundamental del ser era la auto-identidad y Platón define de esta manera lo «realmente real» (ὄντος ὄν), pero lo que diferencia a Platón de Parménides es que el primero aceptó el reto de unir el «mundo sensible» con el «mundo ideal/mental», la unidad de «lo que es» con la multiplicidad del «no-ser».
No tan sólo eso, Platón, al querer justificar la multiplicidad y dotar de realidad (a través de la participación [μέθεξις] de las Ideas [εἶδος] en las cosas), quiso justificar el contenido diverso del pensamiento (recordemos que Parménides identifica el pensar con el ser, siendo ambas la «misma cosa» en tanto que el contenido del pensamiento es, ya que el otro camino, el de la doxa, es intransitable para el pensamiento ya que no es)10.
Notas
- D.L., IX, 21, 23.
-
A esta cuestión remitiré (no estando exento de cierta "polémica"), al
artículo hecho por
Wikipedia sobre Jenófanes y su vínculo con la escuela eleática. Aunque, dando un ligero indicio, se descarta la posibilidad de que Parménides haya sido discípulo de Jenófanes (y fundador de la escuela de Elea), aun cuando la tradición doxográfica haya estado de acuerdo con esta tesis. De esto, dice Guthrie (cf. 1984, Historia de la filosofía griega [Primera ed., Vol. I]. Madrid, España: Editorial Gredos, pp.342-343), que durante la larga vida de Jenófanes, ocurrió en su natal Colofón cayó ante el medo Hárpago, él, Jenófanes, fue a la Magna Grecia tras esto, asentándose en Sicilia (exactamente en Zancle y luego en Catania según el testimonio de Diógenes [IX, 18]), y ésta no está excesivamente lejos de Elea (que se encuentra en la costa oeste de Italia), aunado al hecho posible de que Jenófanes pudo haber estado en la fundación de Elea (o, por lo menos, haber estado en la ciudad después de su fundación), como a un presunto poema entorno a esto, se haya realizado la conexión entre Jenófanes y la escuela eleática. Pero, a pesar de las coincidencia de las ubicaciones e incluso de su afinidad de pensamiento entre ambos, sigue siendo probable que Jenófanes no haya fundado ni la escuela y que haya tenido por discípulo a Parménides. - Diógenes Laercio menciona que el acmé-que se considera como el punto de madurez de una persona, que son los 40 años- de Parménides fue en el año 500 a.C, entonces, teniendo el dato presente de que Sócrates murió a la edad de setenta años en el año 399 y por ello también conocemos su año de nacimiento, que es el 469, agregándole al hecho de que se celebraban las Grandes Panateneas (celebraciones a la diosa Atenea) cada cuatro años y que las fechas de las celebraciones coincidieron con la juventud de Sócrates (Platón dice que era bastante joven, se interpreta como menor a 20 años), el año 450 pudo haberse dado un posible encuentro ya que Sócrates tenía 19 años en ese entonces y la celebración dicha pudo también ocurrido. Si se produjo en el encuentro en Atenas entre ellos dos, teniendo Parménides 65 años en ese momento según el diálogo platónico, entonces él nació en el año 515 según lo anteriormente dicho (hecho que no concuerda por lo dicho por Diógenes). Por tanto, las edades coinciden y un posible encuentro sí se pudo haber realizado en cuanto a edad; la otra cuestión es si se produjo tal encuentro, cosa que parece que no. Véase las dos secciones del artículo de Wikipedia que contienen más información al respecto: Parménides de Elea. Fecha de Nacimiento. y Parménides de Elea. Visita a Atenas.; también Geoffrey Kirk (2014) menciona algo sobre esta cuestión.
- A esta cuestión, remito al libro Fragmentos presocráticos (al capítulo dedicado a Parménides) con introducción, traducción y con notas de Alberto Bernabé. Este autor, además, muestra las claves de la imaginería religiosa en relación con la literatura anterior al poema ─cosa que me he limitado de hacer.
- Kirk (2014) pone también un ejemplo de esto: «escojamos cualquier objeto de investigación (e. g. Mr. Pickwick). En este caso, la proposición "Mr. Pickwick no existe" deja de expresar un pensamiento genuino. Porque, si fuera un pensamiento genuino, debería haber sido posible conocer su sujeto, Mr. Pickwick; pero, esta posibilidad no se logra más que si Mr. Pickwick existe —que es lo que niega la proposición precisamente—».
- «Esto sugiere que interpreta la no-existencia como que no es nada en absoluto, i. e. carente de atributos y que existir es, por tanto, para él "ser una cosa u otra" en efecto. Cuando, más tarde...emplea el participio eon, "ente", es mucho más fácil interpretarlo como "realidad" o "lo real" que como mero indicador de existencia. Lo que otorga realidad a algo es, sin duda, lo que posee algún predicado verdadero (e. g. "ocupa espacio"). Si esta línea de interpretación es correcta, el uso parmenídeo de estin es simultáneamente existencial y predicativo (como sostuvo KR), pero no están mezclados por esta razón (como concluyó KR)» (Kirk et al., 2014, p.28).
- «Podría parecer, a primera vista, que, si nos adherimos a esta alternativa, se nos abren ilimitadas posibilidades de exploración: la exigencia de que cualquier objeto de investigación exista parece imponer apenas restricción alguna a lo que podemos ser capaces de descubrir sobre él, y el argumento de que lo que puede ser pensado debe existir (293, 1-2) hace parecer que el número de posibles objetos de investigación es inmenso y que incluiría lo mismo centauros y quimeras, que ratas y restaurantes. Pero, a lo largo de sólo 49 versos, logra reducir Parménides esta infinitud de posibilidades a solamente una. Porque los "signos" programáticamente enumerados en 295 [fr.8, 1-4], constituyen, de hecho, requisitos formales ulteriores que cualquier objeto de investigación debe cumplir y éstos imponen grandes restricciones (obsérvese la metáfora de las cadenas en 296 [fr.8, 5-21] y 298 [fr.8, 26-31] infra) a la interpretación de lo que es compatible con el afirmar de algo que existe» (Kirk et al., p.331).
- Akíneton (o akínetos en nominativo singular masculino) puede contener varios significados, pero se puede traducir en este contexto como 'inmóvil', 'inmutable', 'quieto'; véase en la página Lidell, Scott, Jones Ancient Greek Lexicon (LSJ).
- Τὸ γὰρ αὐτὸ νοεῖν ἐστίν τε καὶ εἶναι. Este fragmento es de difícil traducción. Algunos piensan que la traducción más adecuada sería en el siguiente sentido: «Pues lo mismo [una misma cosa] tiene que ser inteligido y tiene que ser» (Parménides, 2016, p.54) [también Alberto Bernabé lo traduce en este sentido], pues se basan en que en aquel tiempo no era posible usar el infinitivo, con o sin artículo, como el sujeto de una oración (en esto se sigue a Eduard Zeller en su obra Die Philosophie der Griechen, y a John Burnet en Early Greek Philosophy), y esta traducción evita que le adjudiquemos una anacronismo filósofico a Parménides (que el pensar y el ser son lo mismo). El sujeto, pues, en este sentido sería τὸ αὐτό (que se podría traducir como «lo mismo»), y se le adjudican ambos infinitivos, νοεῖν y εἶναι, como adjetivos. El profesor Martín Zubiria (en Parménides, 2016, p.55) menciona que este fragmento debió de estar en el mismo fragmento anterior (el 2 en la edición de Diels-Kranz), pues el anterior fragmento dice: «...El otro, el de que no es y el de que es preciso que no sea, éste te aseguro que es sendero totalmente inescrutable. Y es que no podrías conocer lo que no es -no es alcanzable- ni tomarlo en consideración» (fr.2 5-8). En estas líneas se deja claro que el camino del «no-ser» es inviable y del cual no se puede saber ni averiguar nada. Mientras que el fr. 3 tiene relación con el ser o «lo que es», afirmando un hecho concreto de este camino, del cual sí se puede pensar, pues es, en contraposición al «no-ser». Como si reforzara el anterior argumento, rechazando el camino del «no-ser».
- Para este tema, sobre la unidad del ente y su relación con el pensar remito a Murillo (2000).
Referencias bibliográficas
Kirk, G., Raven, J., & Schofield, M. (2014).
Los filósofos presocráticos (Segunda ed.). (J. G. Fernández, Trad.)
Editorial Gredos.
Laercio, D. (2013). Vidas y opiniones de los filósofos ilustres (Segunda ed.). (C. G. Gual, Trad.) Madrid, España: Alianza Editorial.
Guthrie, W. (1986). Historia de la filosofía griega (Primera
ed., Vol. II). Madrid, España: Editorial Gredos.
Étienne Gilson (1996), El ser y los filósofos (Tercera ed.). Navarra, España: Ediciones Universidad de Navarra, S.A.
Murillo, J.I. (2000). "La unidad del ente ¿Logra Plotino superar a Parménides?". Anuario Filosófico, 33, 217-227. Disponible en: https://dadun.unav.edu/handle/10171/3344
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