Preguntar qué es la filosofía es una pregunta clave para todo aquel que haya oído de ella aunque sea una sola vez. Podríamos tranquilamente ir a un diccionario y buscar la definición: según la RAE, la filosofía es un conjunto de doctrinas, una doctrina propiamente filosófica de un pensador, o «conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano».1 Y estas definiciones son ciertamente correctas, pero en este último sentido, se está dando una definición en torno a las áreas de la propia filosofía, por ejemplo, cuando menciona que busca establecer los principios generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad se está hablando de cierta manera de la gnoseología, que es el área de la filosofía que estudia los principios y fundamentos del conocimiento humano, de esta forma se define a la propia filosofía de acuerdo a sus propias áreas, y por tanto, en uno de sus tantos aspectos.
En efecto, siguiendo con la última definición de la RAE, la filosofía es, simple y llanamente, un conjunto de saberes, estos saberes, son las áreas de la filosofía, las cuales se encargan de ciertos aspectos de la realidad y tratando los problemas desde determinadas perspectivas. Pero, ¿esa definición agota totalmente lo que es la filosofía? Vamos a indagar sobre esto.
Múltiples perspectivas
La definición de la filosofía es tan controvertida que se puede mirar desde distintas perspectivas, una sola respuesta no suele agotar toda la filosofía, todo lo que es. De hecho, la pregunta sobre lo que es la filosofía, es uno de los primeros problemas a las que intenta responder un filósofo, así, cada sistema filosófico es una respuesta a esa pregunta. Pero una respuesta parcial, aunque que sea así es necesario porque la misma se va formando a través de su propia historia, entonces, las definiciones dadas por los filósofos serían un conjunto de perspectivas desde la cosmovisión de los propios filósofos hacia su ámbito; esto no es extraño (el que sea uno de los problemas capitales de la filosofía) ya que preguntar qué es la filosofía, es hacer una pregunta eminentemente filosófica, y la diversidad de respuestas a esta pregunta, hace ─curiosamente─ su unidad como ámbito del saber humano. La diversidad de respuestas o perspectivas no se dio tardíamente en la historia de la misma, desde la Grecia clásica ya era notable esta diversidad, por citar a Ferrater Mora (1958) en su Diccionario de filosofía:
Muy característico de la filosofía, ya desde sus primeros pasos en Grecia, es una serie de condiciones dobles. Por un lado, la filosofía manifiesta un interés universal. Por el otro, revela escasa atención por la diversidad de los hechos. Por un lado, subraya la superioridad de la razón. Por el otro, se inclina a una intuición del ser de índole a veces más mística que discursiva. Por un lado, destaca la importancia de la teoría. Por el otro, señala el carácter fundamental de la virtud y de la conducta. Por un lado, es altamente especulativa. Por el otro, decididamente crítica. Por un lado, no quiere dar nada por supuesto. Por el otro, está sumergida en toda clase de suposiciones. Por un lado, quiere identificarse con el puro saber y con lo que luego se llamará la ciencia. Por el otro, destaca el afán de salvación. Por un lado, se presenta como una serie de proposiciones. Por el otro, como una actitud humana. Todas estas condiciones persistirán a lo largo de su historia hasta nuestros días. (p.662)
Además, de acuerdo en la época histórica en la que está la filosofía, una de las perspectivas (o más de dos incluso) puede acentuarse en los filósofos e incluso mezclarse: por ejemplo, «Platón es a la vez crítico y especulativo, racional y místico» (Mora, 1958, p.661). Entonces, la filosofía se puede abarcar desde distintas perspectivas, que puede variar entre sí como se contrapuestas mutuamente.
Pero hay dos aspectos que son comúnmente conocidos entre las gentes como en los filósofos, estos dos aspectos se pueden definir así: en el primero, la filosofía comprende la realidad humana, la vida humana, y es una actitud puramente humana, la filosofía es para la vida, así entendían la filosofía las escuelas postaristotélicas (estoicos, epicúreos, cínicos, escépticos) durante el Helenismo, que buscaban en la filosofía una especie de «camino de salvación» ante el caos que había durante esta época, un camino para el buen vivir; en el segundo sentido, la filosofía es un saber por saber, conocer por conocer, así lo entendían tanto Platón como Aristóteles (aunque entre ambos hay diferencias: mientras que para el primero la filosofía es el conocer la unidad, lo eterno e inmutable, detrás de la multiplicidad del devenir de las cosas materiales, lo inmutable son las famosas ideas; mientras que para el segundo la filosofía es primordialmente la ciencia universal que se encarga de los principios o causas últimas de las cosas), la filosofía es una investigación (aunque, si bien es cierto que en la filosofía helenística había una parte teórica, iba dirigida ésta a la parte práctica), una de las ciencias más elevadas e inútiles, ya que su objeto está fuera de toda utilidad y sólo se afana en conocer, su objeto es buscar el por qué de cuanto hay en la realidad, sobre su fundamento: el por qué de los entes. Estos dos aspectos no pueden eliminarse, ni siquiera dejando uno solo, ya que la filosofía no podría entenderse adecuadamente si no hubiere uno u otro.
«La filosofía es a la vez algo en la vida humana y dice algo o bien sobre la realidad o bien sobre el lenguaje que empleamos para hablar acerca de la realidad. Entre estos dos extremos —que podemos considerar como conceptos límites— oscila la efectiva realidad de la filosofía» (Mora, 1958, p.665).
Dicho esto, toca ver el origen etimológico de la palabra «filosofía».
Etimología y Concepto
Filosofía viene del griego φιλοσοφία (filosofía), siendo ésta una palabra compuesta: φίλος (que significa 'amigo') y σοφία ('sabiduría'), entonces da como resultado: 'amigo de la sabiduría'2. Esto es bastante esclarecedor sobre cómo los primeros filósofos se entendieron a sí mismos, se veían no como sabios, como lo hacían los sofistas (σοφιστής), sino como «amigos» o «amantes» de la misma, creyendo no poseerla, siendo un aspirante a la sabiduría; así, pues, el filósofo reconoce que no sabe de antemano y que busca la verdad o sabiduría sin pretensiones de agotarla, en contraposición del sofista, que es considerado (y que se considera a sí mismo) como un sabio o experto, una persona que dice poseer la sabiduría. En efecto, cuenta Diógenes Laercio en sus Vidas que el primero en componer la palabra «filosofía» y llamarse a sí mismo «filósofo» fue Pitágoras de Samos, así lo dice:
El primero que denominó a la filosofía y se llamó a sí mismo filósofo fue Pitágoras, dialogando en Sición con León el tirano de los sicionios o de los fliasios [...] Pues dijo que nadie era sabio más que la divinidad. Antes se la llamaba "sabiduría", y sabio al que hacía profesión de ella, que debía destacarse por la elevación de su espíritu. Filósofo es el que ama la sabiduría. Aquéllos eran llamados sabios y sofistas. (Vidas, I, 12).
Esta afirmación, que ya es parte de la tradición, de Pitágoras muestra un «espíritu religioso», debido a que se acepta de antemano que sólo los dioses pueden poseer una σοφία, mientras que a los hombres les quedaba una tendencia hacia la sabiduría, «una continuada aproximación a la verdad, un amor al saber jamás del todo satisfecho, de donde surge precisamente el nombre de "filo-sofía", "amor a la sabiduría"»3. Entonces, la actividad filosófica es una actividad inconformista, es decir, no se atiene simplemente a lo que ve o a lo que tiene enfrente, a lo «obvio», a lo evidente, ya lo da por supuesto y él sabe que la superficialidad de las cosas no nos dice más allá de lo aparente, entonces, busca en la profundidad de las cosas; de este modo, el filósofo se asombra (tomaremos más adelante el tema del asombro).
Ahora bien, Cicerón también menciona sobre esa anécdota de Pitágoras en sus Disputaciones Tusculanas (V, 3, 8-9) que aquellos que se dedicaban a la contemplación eran considerados sabios y que esta denominación hacia ellos llega hasta Pitágoras, entonces, la anécdota de Pitágoras que él cuenta acentúa el carácter contemplativo del filósofo: Pitágoras, explicándole a León qué es un filósofo, compara la vida de los hombres con grandes fiestas nacionales que se celebraban en la Antigua Grecia, en la cual algunos van para alcanzar la victoria en los juegos, otros con el fin de hacer negocios, y otros están simplemente para ver, «llegan allí simplemente para ver y observar con atención qué es lo que sucede y cómo sucede».
Por tanto, la filosofía es, hasta ahora, conciencia de la propia ignorancia ─lo que implica el asombro─ como contemplación, pero falta todavía uno aspecto importante: la filosofía como investigación racional o autónoma. El filosofar consiste, en tanto que investigación, en no atenerse a las costumbres que los hombres puedan tener, sino atenerse de la razón natural, que permite llegar más lejos que tradiciones humanas, y que implica que un acto 'revolucionario'.
En efecto, como dije en una anterior entrada, la filosofía no está ─y no debería─ al servicio de un poder, ya que si cae ante un poder autoritario se traicionaría a sí misma, así como en las religiones (las cuales sus mitos y tradiciones estaban al servicio de una casta privilegiada o un rey) de las antiguas civilizaciones que eran estáticas, es decir, lo que decían las autoridades era la norma y no puede ser cambiado fácilmente, la filosofía en las sociedades griegas era todo lo contrario: cada ciudadano libre podía pensar sobre cualquier cosa libremente, incluso disentir en algunas cuestiones, siendo esto una característica de la filosofía.
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La filosofía es investigación en tanto que ciencia. Ella comprende a las otras, pero las otras ciencias no las contienen por su objeto. |
De acuerdo con este último aspecto ─el de investigación─, implica dos significados: «El primero y más general es el de la investigación autónoma o racional, cualquiera que sea su campo de desarrollo; en este sentido todas las ciencias forman parte de la filosofía. El segundo significado, más específico, expresa una investigación particular que en cierto modo es fundamental para las demás, aunque no las contiene en sí» (Abbagnano, 1994, p.5). En el primero, toda ciencia sería investigación, es decir, en último término sería filosofía, comprendería ésta a las demás; en el segundo, la filosofía posee una investigación particular que las otras ciencias no contienen, el campo de aquella son todas las cosas, la realidad, mientras que aquellas tan sólo es lo una «sección» de la realidad.
Además, la filosofía contiene en sí el problema mismo de la investigación, esto es, aclarar cuál es el propósito del investigar, si la investigación tiene algún valor para el ser humano, en este doble aspecto se revela el carácter de la filosofía para los griegos; así, después de la época clásica, las escuelas postaristotélicas seguirán conservando este sentido aun cuando ellos ya no tengan consciencia de los valores teóricos, sus esfuerzos intelectuales van orientados a conocer el lugar del ser humano en el κόσμος (cósmos) y vivir de acuerdo a su naturaleza, es decir, en última instancia para saber cómo se llega a la felicidad (εὐδαιμονία [eudaimonía]), sigue existiendo el significado de filosofía como investigación, aunque esta vez con un propósito (Abbagnano, 1994).
En resumen: a pesar de la aparente equivocidad de «filosofía» y que se puede abarcar desde distintas perspectivas, la filosofía es esencialmente todo esto que hemos dicho, y los «sentidos» diversos de la filosofía refieren en última instancia a estos aspectos, a saber: la filosofía como tendencia a la sabiduría, presuponiendo primeramente la ignorancia propia, lo cual lleva a la investigación ─que va junto a la admiración─ y, al final, a la contemplación.
El asombro como fundamento
Siguiendo el hilo de todo lo anteriormente dicho, el asombro (θαῦμα [thauma]) se puede considerar como fundamento del filosofar. En efecto, el filósofo nota que la realidad es mucho más de lo evidente, que hay más de las apariencias, que detrás de la aparente multiplicidad existe la unicidad de las cosas (o de los entes), es decir, que existe algo en las cosas que permanece igual y que es válido para todo ellos, esto es, el ser.
Esta pregunta es fundamental, preguntar por el ser, ya que si el filósofo al ser inconformista y que no deja de preguntar, no puede no hacerse esta pregunta; más aún, siendo él consciente de su propia ignorancia, no puede hacer otra cosa más que seguir el conocimiento y preguntar no sólo el cómo, sino el por qué. Ambas, la consciencia de la propia ignorancia y el asombro, se dan de forma recíproca: de cierto modo, cuando sé es consciente de que no sé nada, me doy cuenta que hay mucho más (lo que ignoraba), cuando creo que lo sé todo, no me hago preguntas y, por tanto, ignoro lo que ignoro, por lo que se produce el asombro me doy cuenta de mi propia ignorancia; cuando me asombro, descubro que existe más de lo que pensaba, por lo tanto, en ese instante me vuelvo consciente de mi ignorancia. «En efecto, el que algo sorprenda hace que uno se pregunte por lo que ocasiona la sorpresa; y la pregunta lo lleva al hombre a buscar el conocimiento» (Carpio, 2004, p.19).
Entonces, el asombro es el motor de todo filosofar, es lo que nos mueve a investigar y no dejar de preguntar, para poder llegar a la sabiduría, aun cuando el propio filósofo pueda creer que nunca la alcanzará de forma completa. Tanto Platón como Aristóteles, dijeron que el asombro es el origen de la filosofía, así lo dice el primero en su diálogo Teeteto:
[Teeteto]-Por los dioses, Sócrates, mi admiración es desmesurada cuando me pongo a considerar en qué consiste realmente todo esto. Algunas veces, al pensar en ello, llego verdaderamente a sentir vértigo.[Sócrates]-Querido amigo, parece que Teodoro no se ha equivocado al juzgar tu condición natural, pues experimentar eso que llamamos la admiración es muy característico del filósofo. Éste y no otro, efectivamente, es el origen de la filosofía. (155d)
Aristóteles dice así:
... En efecto, los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe (de ahí que el amante del mito sea, a su modo, "amante de la sabiduría": y es que el mito se compone de maravillas). Así, pues, filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el saber por afán de conocimiento y no por utilidad alguna. (Metafísica, Α, 2, 982b 12-21. Trad. Calvo, 2011)
Este asombro no es equivalente al asombro de la vida cotidiana o de la costumbre, es decir, no es un asombro ante instancias particulares del mundo, como lo puede ser algo «anormal» que sale de la costumbre ─de la «normalidad»─, es un asombro filosófico, es una clase de asombro que se maravilla ante la totalidad, ante el ente, ante el mundo; sólo puede ocurrir ese asombro cuando el hombre ya no tiene necesidad de satisfacer sus necesidades más básicas ─como la comida, vestimenta, hogar, etc.─ sino que lo hace por el ocio, como también su pensamiento no está arraigado en las tradiciones o costumbres, lo impulsa a ir más allá de sus necesidades y de sus costumbres, para maravillarse ante el todo y realizar las preguntas más fundamentales4: ¿qué es esto?, ¿tiene un por qué esto, es decir, el ente, y si lo tiene, se puede encontrar? Cuando el ser humano se planteó estas preguntas y se dieron estas condiciones, nació la filosofía (Carpio, 2004).
En síntesis, el asombro hace levantarnos ante la extrañeza del mundo, el mundo ya no es conocido sino desconocido, entonces el impulso del asombro nos lleva durante todo el camino ─investigación─ el encontrar respuestas, a conocer, pero sobre todo a nunca dejar de preguntar.
La duda como segundo origen
Si bien es cierto que el asombro es el fundamento de la filosofía, y también como origen de la misma, no es menos cierto que «este origen es múltiple. Del asombro sale la pregunta y el conocimiento, de la duda acerca de lo conocido el examen crítico y la clara certeza, de la conmoción del hombre y de la conciencia de estar perdido la cuestión de sí mismo» (Jaspers, 2006, p. 17). Según Karl Jaspers (2006), este origen es triple: el asombro, la duda y la conmoción del hombre (o situaciones límites), de la primera ya hablamos arriba, hablaremos ahora de la duda (la tercera más tarde).
¿Qué es la duda? La duda es principalmente desconfianza, desconfianza a lo que se me presenta tanto en el intelecto como en los sentidos. Con sólo recordar las clásicas reflexiones de Descartes en torno a los sentidos e incluso a la razón misma (incluso llegó a dudar de las certezas matemáticas). En efecto, el asombro nos lleva a buscar el conocimiento y en realizar preguntas, en especial a buscar un fundamento de los entes, pero cuando tenemos experiencia con el conocimiento aparece el error, la existencia del error nos genera la duda. En este punto nos da a conocer el problema del conocimiento, «se plantea entonces el problema acerca de qué es el conocimiento, cuál es su alcance o valor, cuáles son las fuentes del conocimiento y a cuál de las dos ─los sentidos o la razón─ debe dársele la primacía» (Carpio, 2004, p. 24).
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Ante la experiencia del error, la duda surge y no hace más que paralizarnos, detenernos para re-pensar nuestra forma de conocer o nuestra metodología. |
Ante la duda, se pueden tomar dos opciones, la duda absoluta/sistemática o la duda metódica:
Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en la negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su parte tampoco logra dar un paso más [duda absoluta], o bien preguntándome dónde estará la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada [duda metódica]. (Jaspers, 2006, p. 18)
La primera es «la duda por la duda misma», es decir, esta duda niega absolutamente que el conocimiento sea posible, en última instancia nos lleva a un completo escepticismo; un representante de este tipo de escepticismo es Pirrón de Élide (365 a. C. - 275 a. C.), «que filosofó del modo más severo, introduciendo la doctrina de la incomprensibilidad (acatalepsía) y de la suspensión de juicio (epoché)...» (Diógenes Laercio, IX, 61). Consideraba que nada es verdadero y que el conocimiento no es posible o alcanzable. Su propia filosofía lo llevó a vivir de forma indiferente e impasible, era, pues, consecuente con lo que pensaba.
La segunda duda es más «útil» en cuanto a nos puede dar verdaderas soluciones, en contraposición a la primera clase de duda. En efecto, la duda metódica es un examen crítico, es un medio para conseguir verdadero conocimiento, plantea un método para la certeza.
Así que, mas que dudar por simplemente dudar, conviene más usar la duda no como fin sino como medio para la verdad.
La duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen crítico de todo conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún verdadero filosofar. Pero lo decisivo es cómo y dónde se conquista a través de la duda misma el terreno de la certeza. (Jaspers, 2006, pp. 19)
Las situaciones límites como el tercer origen
Karl Jaspers (2006) consideraba a esta clase de situaciones como un tercer origen de la filosofía (de hecho, él fue el primero en acuñar ese término) y las consideraba como unas de las causantes más profundas de la misma. ¿Y qué son las situaciones límites? En palabras suyas:
Cerciorémonos de nuestra humana situación. Estamos siempre en situaciones. Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si éstas no se aprovechan, no vuelven más. Puedo trabajar por hacer que cambie la situación. Pero hay situaciones por su esencia permanentes, aun cuando se altere su apariencia momentánea y se cubra de un velo su poder sobrecogedor: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de luchar, estoy sometido al acaso, me hundo inevitablemente en la culpa. Estas situaciones fundamentales de nuestra existencia las llamamos situaciones límites. Quiere decirse que son situaciones de las que no podemos salir y que no podemos alterar. (pp. 19-20)
Cuando surge el asombro y nos impulsa a buscar respuestas a nuestras interrogantes, mi mirada se dirige a la realidad misma, olvidándome de mí mientras miro al mundo y me admiro de él, me olvido de mi acontecer (de mi devenir) en el mundo mismo, de mi lugar. «Pero cuando aparece la duda, ocurre que esa mirada se repliega sobre sí, porque aquello sobre lo que la dirige no es ya el mundo, las cosas, sino él mismo, o, con mayor exactitud, su propia actividad de conocer; su mirada entonces está dirigida a esa mirada misma» (Carpio, 2004, p.25). En la duda, cuando el hombre se da cuenta de sí, surge la consciencia de la tragedia del hombre, pero surge esta consciencia de la tragedia como una consecuencia ulterior de la reflexión del hombre sobre sí mismo, es decir, surge cuando el hombre nota su «papel» en el mundo y de su finitud ante él (el mundo).
El filósofo estoico Epicteto (55 d.C-135 d.C) notó esto, él pronunció que «el principio de la filosofía, [...], es la percepción de la propia debilidad e incapacidad respecto a lo necesario».5 Esto no sólo le sucede al filósofo, esto le sucede a cualquiera que sea un humano. En efecto, las situaciones límites penetran profundamente en nuestro ser en tanto que somos seres humanos, y que son esencialmente incambiables y que no varían ─si al caso sólo las apariencias─ de individuo a individuo, por lo tanto, estas situaciones nos conciernen a cada uno de nosotros, nadie queda indiferente ante la consciencia de las situaciones. Pero frecuentemente cerramos nuestra mirada a ellas por la incomodidad que nos generan, así, nos olvidamos que vamos a morir, que vamos a sufrir, que vamos a luchar, etc. Pero cuando reaccionamos ante ellas, ignorándolas o con la desesperación cuando dejamos de ignorarlas, «llegamos a ser nosotros mismos en una transformación de la conciencia de nuestro ser» (Jaspers, 2006, p.20).
Jaspers (2006) tiene razón cuando menciona que es uno de los orígenes más profundos de la filosofía, la consciencia de las situaciones límites nos lleva, con impulso, a buscar un camino a través del fracaso:
El origen de esta [la filosofía] que hay en las situaciones límites da el impulso fundamental que mueve a encontrar en el fracaso el camino que lleva al ser. Es decisiva para el hombre la forma en que experimenta el fracaso: el permanecerle oculto, dominándole al cabo sólo fácticamente, o bien el poder verlo sin velos y tenerlo presente como límite constante de la propia existencia, o bien el echar mano a soluciones y una tranquilidad ilusorias, o bien el aceptarlo honradamente en silencio ante lo indescifrable. La forma en que experimenta su fracaso es lo que determina en qué acabará el hombre. (pp. 22-23)
Conclusión
En modo de resumen breve, el filosofar tiene su raíz en estos tres aspectos o situaciones ─el asombro, la duda, las situaciones límites─ y sin las cuales la filosofía no puede entenderse. Además, de estos tres nace respectivamente una rama de la filosofía: la metafísica del asombro, la gnoseología de la duda, la ética de las situaciones límites.
El filosofar nace, pues, de una conmoción o agitación del ser humano ante la realidad, ante sí mismo y ante su relación con el mundo, y el hombre trata de salir de esta conmoción (producto de las tres cosas ya mencionadas) al filosofar, al buscar una meta con la filosofía. Como diría Jaspers (2006):
El hombre busca la salvación. Ésta se la brindan las grandes religiones universales de la salvación. La nota distintiva de éstas es el dar una garantía objetiva de la verdad y realidad de la salvación. El camino de ella conduce al acto de la conversión del individuo. Esto no puede darlo la filosofía. Y sin embargo, es todo filosofar un superar el mundo, algo análogo a la salvación. (p.23)
Al final, la filosofía puede llevarnos a la contemplación del mundo, un «estarse quieto» en el mundo, pero esto ocurre cuando se ha atisbado, de forma aunque sea mínima, la verdad.
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Filósofo en meditación de Rembrandt. |
Notas
- Real Academia Española. (s.f). Filosofía. En Diccionario de la lengua española. Recuperado en 28 de julio de 2021, de https://dle.rae.es/filosofía
- Aunque también se le suele traducir (y esta es más común que aquella) como «amor por la sabiduría». Φίλος (fílos) proviene de φιλία (filía), ésta última se traduce como 'amistad', 'cariño', 'afecto' (Dicciogriego, s.f, definición 1), entendido como un afecto o un cariño, se puede traducir, a mi juicio, perfectamente como «amor».
- Reale, G., & Antiseri, 1988, p.29.
- El filósofo alemán Karl Jaspers (2006) dice esto: «El filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades de la vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo, preguntando qué sea todo ello y de dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola» (p.18).
- Epicteto, Disertaciones por Arriano, Libro II, XI, I.
Referencias bibliográficas
Reale, G., & Antiseri, D. (1988). Historia del pensamiento filosófico y científico (Vol. I). (J. A. Iglesias, Trad.) Barcelona, España: Herder.
Laercio, D. (2013). Vidas y opiniones de los filósofos ilustres (Segunda ed.). (C. G. Gual, Trad.) Madrid, España: Alianza Editorial.
Carpio, A. P. (2004). Principios de filosofía: una introducción a su problemática (Segunda ed.). Buenos Aires, Argentina: Glauco.
Jaspers, K. (2006). La filosofía desde el punto de
vista de la existencia (Segunda ed.). (J. Gaos, Trad.) Ciudad de México,
México: Fondo de cultura económica.
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