El filósofo calumniado

Epicuro de Samos (341 a.C - 271 a.C) es, sin duda alguna, uno de los filósofos más malinterpretados y calumniados de toda la historia de la filosofía. Al filósofo de Samos se le ha catalogado como un «cerdo» por uno de sus postulados más conocidos de su filosofía, a saber: el placer. Por este postulado le han llovido críticas y difamaciones; los estoicos, la escuela rival de Epicuro, fueron los que ayudaron a propagar las mentiras, ya que para ellos el placer era cosa horrible y cosa de bestias; no obstante, los estoicos no eran los únicos que sentían aversión a los epicúreos, por ejemplo, ellos no relacionaron a Epicuro con un cerdo, sino el filósofo escéptico Timón de Fliunte (320 a.C - 230 a.C) en una de sus Sílloi.

De hecho, la imagen del cerdo quedó para la posteridad. Los epicúreos lo aceptaron como un emblema, aun cuando sus enemigos usaban la imagen contra ellos. La mala reputación provocada por sus rivales, duró durante siglos, de tal forma que llegó en manos de los apologetas cristianos y ellos también se encargaron de echarle «pestes» a Epicuro; por poner dos ejemplos de esto, en los siglos II y III d.C, vinculaban la herejía del gnosticismo con el epicureísmo, cuando estos dos movimientos no tienen nada que ver entre sí,1 así también Dante puso a Epicuro y a sus discípulos en el sexto círculo del Infierno, en el círculo de los herejes.2  

Diógenes Laercio (180 d.C - 240 d.C) reporta distintas cosas que se dijeron para difamarlo, por poner algunos:

El estoico Diotimo, que le odiaba, lo calumnió de manera acerba al publicar cincuenta cartas escandalosas como de Epicuro [es decir, en nombre de él] (...) Y que además que prostituyó a uno de sus hermanos, y que convivía con la hetera [prostituta] Leontio. Y que enunció como suyas las teorías de Demócrito acerca de los átomos y la de Aristipo sobre el placer. Que no era un ciudadano de un modo legítimo lo afirman Timócrates y Heródoto en la obra Sobre la efebía de Epicuro. Y que aduló vergonzosamente a Mitras, el ministro de Lísimaco, invocándolo en sus cartas como «Salvador» y «soberano» (...) Epicteto lo califica de pornógrafo y lo insulta al máximo. Y también lo hace desde luego Timócrates en su escrito intitulado Delicias; éste (...) cuenta que Epicuro vomitaba dos veces al día a causas de sus excesos...3

Tantas cosas, pues, se han dicho de Epicuro con tal de difamarlo que podría dedicar a un blog entero a ello. Sin embargo, su pensamiento (y escritos) dicen algo diferente de él: el otro Epicuro.

En este artículo, repasaremos la vida de Epicuro de Samos, el pensamiento o filosofía de Epicuro, su física y ética. Al final, revisaremos las diferencias entre la escuelas de los cirenaicos y la escuela epicureísta.  

Vida de Epicuro


Detalle de Epicuro en la pintura Escuela de Atenas de Rafael Sanzio.


Nacido en la isla helena de Samos en el 341 a. C., Epicuro se aventuró a la filosofía a la edad de catorce años, ya que, según una curiosa anécdota que recoge Laercio, debido a la ignorancia de sus maestros al no saberle explicar el significado de «caos» en los versos de la Teogonía de Hesíodo.4  Fue por primera vez a Atenas a la edad de dieciocho años, en el año 323 a. C., para cumplir con el servicio militar, en ese año había convulsión y alboroto en Atenas por la muerte de Alejandro Magno. Luego de haber terminado, se volvió hacia las ciudades de Jonia, Colofón y Teos, para su estudio. Fue discípulo de un platónico llamado Pánfilo (cosa curiosa porque la filosofía de Epicuro es antitética de la platónica), y en Teos conocería, gracias a las enseñanzas de Nausífanes, el pensamiento de Demócrito, el cual fue uno de sus referentes para su pensamiento filosófico y el cual su influencia es notable en sus escritos (véase la Carta a Heródoto). 

Epicuro impartió sus enseñanzas en Lámpsaco y en Mitilene, estaría durante cinco años impartiendo sus enseñanzas fuera de Atenas. Ya de regreso a Atenas (luego de catorce años), fundaría su conocidísima escuela El Jardín por el 307/306 a. C. El Jardín abría sus puertas a las clases sociales marginadas, a los esclavos y prostitutas, esto pudo ser motivo para difamarlo; abrir las puertas a esas gentes fue algo revolucionario para la época, no en todas las demás escuelas se hacía algo parecido, por ejemplo, en la Academia de Platón solo aceptaban aquellos que conociesen geometría, no todos tenían un acceso a una educación tal como para tener conocimientos en campos elevados, tales como la geometría; Epicuro negaba que era necesario tener conocimientos previos en cuanto a la cultura y educación para poder filosofar (cosa que Platón concebía), indicaba que el filosofar podía ser realizado por quien fuere y en todo momento.5


No entre nadie que no sepa geometría

En su escuela, se vivía de manera modesta y sencilla, sin demasiados excesos como decían sus detractores; Epicuro fue un referente de una vida simple para sus discípulos, él creía lo que pensaba y lo vivía, no era un hipócrita
. La frugalidad de Epicuro se muestra en una de sus peticiones a uno de sus alumnos: «Envíame una tarrina de queso, para que pueda, cuando me apetezca, hacerme un festín» (D.L., X, 11), no es extraño esta petición por el hecho de que Epicuro tenía una dieta a base de pan, agua y, en algunas ocasiones, un poco de vino. Al contrario de la imagen que difundían de él sus rivales, Epicuro parece que fue un hombre modesto, generoso, dulce para con la gente y virtuoso; y que, de hecho, su escuela mantuvo su doctrina inalterable durante los siglos posteriores en muestra de su reverencia hacia el maestro. Tal fue el respeto hacia el maestro que se erigieron estatuas de bronce en su patria (veinte según Diógenes Laercio6). Fue, pues, todo lo contrario a un típico hedonista, y este era el que ponía como principio y fin de la vida humana el placer.


Filosofía de Epicuro

Física: Átomos y Vacío

Demócrito de Abdera (460 a.C - 370 a.C) fue una de las principales influencias de Epicuro, es notable el atomismo en ambos filósofos.


Epicuro es conocido por su ética y es poco conocida el resto de su filosofía, en ese «resto» entra: su gnoseología (teoría del conocimiento), y su física (el estudio de la naturaleza). Antes de iniciar en su teoría de la physis, es menester mencionar que el resumen de su filosofía están en tres cartas que Laercio recogió en sus Vidas: Carta a Heródoto, en la que toca los temas referentes a la física; Carta a Pitócles, referente a los fenómenos físicos; y su famosísima Carta a Meneceo, referente a la ética, se conoce que Epicuro escribió muchísimas obras (por ejemplo, Epicuro escribió una obra titulada Acerca de la Naturaleza, de la cual se componían treinta siete libros) pero un breve resumen de su pensamiento se encuentran en esas tres cartas ya mencionadas. 

Otra cosa importante, Epicuro recuperó las concepciones físicas de los presocráticos anteriores a los filósofos clásicos (Platón y Aristóteles), aun cuando en su momento estas fueron debatidas por los mismos filósofos clásicos, pero Epicuro no hizo olvido de las críticas, él no vio a las críticas como definitivas y «destructoras», al contrario, toma las críticas y reconstruye las tesis antiguas en nuevas y mejores.  

A pesar de que su física no es igual de bien conocida, él le daba mucha importancia7 porque gracias al estudio de la naturaleza, el ser humano puede comprender en dónde está y qué lugar le corresponde como «componente» del mundo, así también para que pueda meditar en el campo de su obrar; Epicuro no filosofaba acerca de la physis como un fin en sí mismo (es decir, saber por saber, como lo hacían Platón y Aristóteles), sino para concebir su ética. Ahora bien, Epicuro siguió dos principios fundamentales, que todos los filósofos antiguos (como también los de ahora) siguieron: de la nada, nada sale; el ser no puede pasar del ser al no ser.  

De estos principios metafísicos fundamentales, notó que en nuestra experiencia vemos cosas aparecer y desaparecer, estas experiencias por muy engañosas que sean, no son tal cual como se nos presentan, y es aquí que reduce el todo a dos elementos: átomos y vacío. Nota, además, que los cuerpos están compuestos y que estos cuerpos se deshacen (pero no dejan de ser), los átomos son indivisibles porque si no existiese un elemento (en el cual los cuerpos compuestos se forman) indivisible todo se destruiría en el no ser; por lo tanto, es cierto que los cuerpos se transforman y dejan de ser un sujeto u objeto en concreto para pasar a otro (que es debido dependiendo de la forma que tomen los átomos), pero los átomos son indestructibles, eternos e indivisibles. 

 Epicuro añade que los átomos son diversos en sus formas, dado que los cuerpos compuestos son variados entre sí. No tendría sentido, según Epicuro, que existiesen cuerpos diversos si los elementos de los cuales están formados fuesen iguales. Los átomos poseen propiedades tales como: peso, forma y tamaño; más no color ni textura. En este punto es preciso decir algo: los átomos, a pesar de ser indivisibles, estos están constituidos por los minima; estos son las unidades más pequeñas que el pensamiento puede concebir y dan a los átomos sus propiedades antes dichas. Tras concebir a las unidades de los minima, Epicuro se aleja del atomismo clásico de Leucipo y Demócrito (su atomismo postula que los átomos son indivisibles y que estos no tienen partes); además, para los atomistas clásicos el movimiento de los átomos, cuando estaban en un cuerpo compuesto, era inmóvil y para Epicuro los átomos están en movimiento (en los cuerpos). 

Respecto al vacío, en este se da el movimiento de los átomos, ya que para que los átomos se muevan debe haber un lugar vacío. El universo, según Epicuro, se reduce a esto: todo lo que existe son conjuntos de átomos en combinación con el vacío, por el cual se mueven y forman el ser. El vacío es infinito y los átomos también: si el vacío (entiéndase como espacio) no fuese infinito y los cuerpos ilimitados, estos no tendrían lugar para moverse, no tendrían lugar para estar; si el vacío fuese infinito y los cuerpos limitados, los átomos no podrían formar cuerpos por la infinita separación entre estos. Es necesario, pues, que los átomos y el vacío sean infinitos simultáneamente. La física de Epicuro es sumamente materialista: la materia es eterna y es todo lo que hay, el devenir del universo es debido a los átomos y vacío, fuera del universo físico no hay nada.8 

El movimiento eterno de los átomos

Ahora bien, dicho lo fundamental de estos dos elementos, Epicuro explica el movimiento de los átomos: estos se mueven durante la eternidad por el vacío infinito, algunos chocan entre sí y se distancian entre sí, otros oscilan en el mismo lugar debido a que están en un entramado de átomos (cuerpo compuesto), estando vinculados con otros átomos del mismo entramado.9 Aquí es importante mencionar lo siguiente: debido a las observaciones de Aristóteles sobre el peso y el movimiento, los átomos de Epicuro ya no pueden moverse por todas direcciones como decía el atomismo de Demócrito, debían moverse hacia arriba y abajo, así debía ser el movimiento natural de estos antes de encontrarse con otros átomos.10 

Sobre la velocidad de los átomos, todos ellos tienen la misma velocidad cuando se mueven por el vacío, porque «no se ha de creer que los pesados vayan más deprisa que los pequeños y ligeros en cuanto nada se les oponga. Ni los pequeños más que los grandes, si todos tienen pasos adecuados, y nada les opone una resistencia de choque. Ni el movimiento hacia arriba ni el de costado, motivado por las colisiones, ni el de caída hacia abajo, causado por los propios pesos, son más rápidos en un caso que en otro.», añade Epicuro que todos se mueven a la «velocidad del pensamiento»11 y no pararán hasta que sean frenados por un choque externo a ellos o por el propio peso que es contrario a la potencia del impulso de choque. A pesar de esto, los compuestos sí se mueven a diferentes velocidades porque los átomos en los cuerpos compuestos se mueven hacia una única dirección en una breve extensión del tiempo.

El desvío imprevisible de los átomos

En este punto de la teoría física, entra la teoría del desvío o clinamen; esto para resolver el siguiente problema: si en un universo infinito, los átomos se mueven a la misma dirección y a una misma velocidad, nunca se produciría un choque entre los átomos y, por tanto, no se formarían cuerpos compuestos en el universo. La teoría del clinamen dice que, en algún punto indeterminado del espacio y tiempo, su movimiento varía, de tal forma que da a lugar a los cuerpos compuestos porque, si su movimiento no variara, nada se hubiera formado como se dijo anteriormente

Las desviaciones imprevisibles no pueden reducirse a una concatenación de causas y efectos, esto es otra diferencia con el atomismo de Demócrito (para este, todo estaba "conectado" en causas), con esto Epicuro escapaba del determinismo mecanicista de sus predecesores; en el determinismo mecanicista, el futuro es predecible por reglas físicas de los propios átomos y el movimiento de los átomos puede ser predicho por ellas, ya que siguen una cierta trayectoria por la eternidad. En la cosmovisión de Demócrito no cabe el libre albedrío, pero en la filosofía epicúrea sí que lo hay, y el desvío funge como seguro del libre albedrío, como también para la ética de Epicuro.12  

Sin embargo, la teoría del clinamen también tenía sus problemas: ¿no caerá la teoría en un indeterminismo, ya que el desvío es arbitrario o imprevisible? Y lo mismo sucede en el ámbito moral, aunque no se cae en un determinismo causal de los átomos, se cae en una aleatoriedad indeterminada de los átomos, nuestras acciones serían producto del movimiento azaroso, no habría realmente una ética si no existiese la responsabilidad: aparentemente, no existe el libre albedrío aun cuando existe un desvío (dice Epicuro que el alma está compuesta de átomos y, por tanto, se ve afectada por ellos). Hay dos posibles soluciones (no sabemos con exactitud la respuesta exacta de Epicuro a este problema) a la luz de los pocos escritos que poseemos de él actualmente:13  

  1. Aquello que sea a escala atómica es totalmente arbitrario, a escala del alma humana es responsable. Como las diferentes velocidades de los cuerpos compuestos en contraposición a la única velocidad de los átomos.
  2.  La desviación puede ser azarosa o arbitraria en cuanto a las decisiones del propio hombre, es decir: que de alguna forma la voluntad del ser humano puede causar las desviaciones, causando él mismo sus acciones.

A pesar de ello (como se dijo), no sé sabe la interpretación correcta a este problema, pero es importante notar que la teoría atómica de Epicuro prefiguró uno de los principios más conocidos de la mecánica cuántica: la indeterminación cuántica; porque aquello que es aplicable al mundo macroscópico no puede serlo al mundo cuántico, en este se da-aparentemente-cierta aleatoriedad en los átomos, siendo que no sea previsible ni medible ciertas características de los átomos a un nivel subatómico.

El alma y la teoría del conocimiento

El materialismo epicúreo es tal que afirma que el propia alma es un compuesto de átomos. El alma tiene partes que se extienden por todo el cuerpo, y que estos átomos (del alma que está esparcida por el cuerpo) son de cuatro tipos diferentes: calor, aire, viento y el cuarto es un tipo que no sabemos su nombre, pero que sí sabemos que son átomos de los más finos y los cuales reciben las sensaciones. 14 15 

El alma posee los pensamientos, la movilidad, sentimientos y que posee la sensación, siendo causa del conocimiento. Pero argumenta que esta no puede tener todo ello si está fuera del cuerpo, al apartarse el alma del cuerpo, este ya no tiene sensibilidad. Añade que al morir el cuerpo aquella también muere, ya que si el cuerpo se disgrega, lo hace el alma y no conserva las facultades que posee: ambos deben estar unidos. El alma tiene una parte central llamada animus, el alma o anima posee la facultad de las sensaciones y el animus distribuye las sensaciones, dándoles un sentido. 16

¿Por qué el alma no puede ser incorpórea? Sobre esto dice Epicuro lo siguiente: «A lo que solemos llamar "incorpóreo", en la aplicación más corriente del vocablo, lo sería como algo que se piensa como existente por sí mismo. Pero no es posible pensar en la existencia de lo incorpóreo, como no sea la del vacío. Y el vacío no puede actuar ni padecer, sino que tan solo proporciona cuerpos la posibilidad de trasladarse a través de él. De modo que los que califican al alma de incorpórea disparatan. Pues no podría padecer si fuera así». 17

Epicuro es empirista, esto es: el conocimiento que obtenemos de la realidad provienen de los sentidos y no de los propios conceptos o ideas, a diferencia de, por ejemplo, Platón (del cual se puede decir era «racionalista» si se me permite el anacronismo). El empirismo de Epicuro es particular y diferente, se basa en su teoría atómica: el flujo continuo de los átomos, que se disgregan y trasladan por el vacío formando objetos, transmiten la imagen del objeto en cuestión hasta llegar a los sentidos, siendo aprehendido por ellos. Los átomos que están en los ojos captan esta transmisión y el animus le otorga un sentido a la transmisión. 

Ahora bien, agrega Epicuro algo curioso, y es que todas nuestras sensaciones son correctas (incluso dice que las visiones de los locos como los sueños son verdaderas18), lo único que falla es la interpretación que hacemos de lo que captamos; la imagen del objeto puede conducir a equívocos, pero el objeto en sí es correcto porque está formado de átomos que son realmente existentes, el error está en equiparar la imagen con el objeto, cuando ambos son diferentes entre sí. 

Por tanto, para no cometer errores cuando estemos investigando fenómenos y obtener resultados clarificadores, se debe observar a estos lo más claramente posible; aunque no siempre se obtiene esta claridad, es preferible obtener una explicación que no contradiga a los sentidos, y si hay varias explicaciones sobre un mismo fenómeno que no contradicen a la información de los sentidos, se consideraran a todas como comprensiblemente verdaderas.  

Epicuro concebía tres criterios de verdad: las sensaciones, la prolepsis y las afecciones19 :

  1. Como se dijo anteriormente, las sensaciones son la clave de nuestro conocimiento, estas son siempre verdaderas y no fallan al transmitirnos el objeto que percibimos.
  2. Las prolepsis o anticipaciones, esta se genera gracias a la repetición de las sensaciones y que crean un "recuerdo" en forma de concepto, así lo dice Epicuro: «es decir como recuerdo de lo que mucho de lo que muchas veces se le ha mostrado en el exterior, como por ejemplo: "lo del tal aspecto es un hombre". Porque en cuanto se pronuncia la palabra "hombre" enseguida de acuerdo con la prolepsis la imagen de éste es pensada, siendo los sentidos sus introductores previos» (D.L., X, 33). Las prolepsis son claras y apoyan a la percepción cuando es obscura o incompleta. 
  3. Las afecciones se clasifican en dos y son el placer y el dolor, la cuales rigen nuestras elecciones; el primero es connatural al ser humano mientras que el segundo no. Este criterio es innovador en la historia de la filosofía, no tan solo toma como criterios de moralidad el placer y el dolor (como era habitual en su tiempo) sino también de verdad; esto es una muestra del papel que juega el placer en su pensamiento.

Ética: En busca del placer

Tito Lucrecio Caro (99 a.C - 55 a.C) compuso una obra poética, filosófica y física llamada De rerum natura, el cual es una obra que muestra la filosofía epicúrea a lo ancho de seis libros.

La ética de Epicuro es sumamente diferente a la que habitualmente se tiene en mente al escuchar el nombre de Epicuro. Su Carta a Meneceo junto a sus Máximas capitales sintetizan su pensamiento ético. En el primero exhorta a filosofar, toca además sobre la muerte, el placer, los deseos, la autosuficiencia, prudencia y toca el tema de la fatalidad y la Fortuna al final de la misma; muestra, pues, la verdadera cara de Epicuro. Máximas capitales son pequeños aforismos (quince) que resumen brevemente el pensamiento de Epicuro. 

El placer es considerado como un bien en sí mismo, tomándolo como un punto de partida en nuestras elecciones, debido a que el placer es connatural mientras que el dolor es el mayor mal; a pesar de ser el bien primero, Epicuro advierte que no se debe elegir cualquier placer, existen placeres que traen consigo molestias mayores que el propio placer a la larga, cuando el dolor debe ser (en la medida de lo posible) evitado; eligiendo bien el placer, no se va a buscar afuera y el dolor no está, ya no se tiene necesidad del placer cuando se tiene, solo se necesita cuando está el dolor. Eso sí, Epicuro admite que no todo dolor puede ser evitado, e incluso admite que algunos dolores son preferibles a placeres que traen dolores aun mayores, pero decía que no todo dolor es insufrible ni eterno. 

Al declarar que el placer es el principio (arché) y fin (telos) de la vida feliz, marca el objetivo de la ética: «Trata de lo que debemos buscar y de lo que debemos evitar para alcanzar ese vivir feliz que es el fin de nuestro existir» (Gual, 2002, p.151). A diferencia de Platón, que predicaba normas absolutas y transcendentes (como el Bien en sí), así como la búsqueda de una sociedad perfecta y justa, Epicuro decía todo lo contrario: una moral relativa que no tiene un bien transcendente, sino que el bien está en el placer humano, un bien «natural», deja de buscar una utopía y se despreocupa de la política. No llegó a afirmar que solo el ser humano puede obtener placer, también los animales pueden conseguir placer, debido a que es un bien connatural a toda criatura viva.   

Regresando al tema del placer, Epicuro clasificó el placer (y/o deseos) en cuatro tipos: naturales y artificiales, de los naturales algunos son necesarios, otros no (placeres espirituales, comidas refinadas, sexo); de los necesarios unos lo son para ser feliz, otros para el bienestar del cuerpo y otros para la vida misma (los tres son necesarios y naturales); los artificiales no son ni necesarios para la vida ni para la felicidad, se puede vivir tranquilamente sin ellos. Teniendo el conocimiento certero de los diferentes placeres, la elección será más correcta que ser ignorantes respecto a ellas, debido a que, si el ser humano busca vivir feliz, el conocimiento le ayudará para obtener esta ansiada felicidad, proveniente de los placeres espirituales.

Epicuro consideraba que la prudencia no puede ir desligada del placer: «De todo esto principio y el mayor bien es la prudencia. Por ello la prudencia resulta algo más preciado incluso que la filosofía. De ella nacen las demás virtudes, porque enseña que no es posible vivir placenteramente sin vivir sensata, honesta y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir con placer»20. Por ello, invitaba a calcular los bienes de los cuales nos ocupamos para saber qué beneficios e inconvenientes se obtendrán de ellos.

Invitaba, no a consumir placeres sin prudencia y a vivir afanosamente en busca de grandes cantidades de bienes (riquezas, lujos, banquetes lujosos, etc.), todo lo contrario: si vivimos afanosamente en busca de bienes (que son placeres, pero innecesarios), habrá intranquilidad en el espíritu y, por tanto, dolor de no tener aquello, por tanto, si nos contentamos con lo poco que tenemos gozaremos de la poca riqueza, contentándonos en lo poco. Aconsejaba buscar tan solo los placeres naturales, aquellos que son fáciles de conseguir y que son necesarios para vivir, así también a los placeres espirituales y no los placeres carnales; placeres espirituales tales como formar una amistad duradera, una grata conversación, leer un buen libro, etc.

El Tetrafármakos

El Tetrafármaco (Τετραφάρμακος) de Epicuro son cuatro «remedios» para deshacer el miedo y la angustia en la vida:

  1. No temer a los dioses.
  2. No temer a la muerte.
  3. Lo bueno se consigue fácilmente.
  4. El dolor es soportable.

El primer remedio va en contra de la supersticiosa religión de los antiguos griegos, siendo de los primeros en oponerse duramente con algo que era sagrado para sus conciudadanos (y que Lucrecio atacaría ferozmente en su obra) y el hacer esto le trajo ataques a él y a sus discípulos como la suposición de que era ateo, cosa que ya en la antigüedad era grave (de hecho, Sócrates fue acusado de impiedad por suplantar a los dioses de Atenas). Pero Epicuro no era en lo más mínimo ateo ni irreligioso21, creía en la existencia de los dioses, lo que negaba era la providencia divina de estos en el mundo, debido al naturalismo epicúreo: si el κόσμος (cósmos) funciona perfectamente por sí mismo, si no tiene necesidad de una teleología (de fines) y en el cual no hay una «mente» o inteligencia detrás de esta, ¿por qué los dioses se habrían de preocuparse de mantenerlo en orden? Los átomos y el vacío sirve suficientemente como explicación natural del universo.

Los dioses están siempre felices, imperturbables y son inmortales (por su composición de átomos). Y la imperturbabilidad demuestra, según Epicuro, su poca o nula preocupación por el mundo y los hombres. Epicuro critica el pavor y la superstición, que deforma la noción de lo divino, de la religión griega: el vulgo no mantiene las verdaderas intuiciones de la divina, crea falsas suposiciones y viven atemorizados por tales cosas; criticaba esto debido a que el individuo no puede ser realmente feliz si está angustiado de que tal dios le castigue si no hizo tal cosa, o que recibirá en cualquier momento un castigo.22 

Lo que Epicuro recomendaba no era el ser ateo o vivir despreocupado de los asuntos religiosos, sino deshacer la superstición del vulgo y adoptar una sana y verdadera reverencia para con los dioses (si estos viven despreocupados de nosotros, nosotros no debemos hacerlo a su vez), ya que puede contribuir a la felicidad del sabio. De hecho, el sabio debe tomar como modelo a los dioses, porque ellos son felices y viven despreocupadamente.

El segundo remedio aplaca el antiguo temor de los hombres: el miedo a la muerte. Este miedo nos paraliza y nos impide vivir despreocupadamente; Epicuro nos dice que no hay nada que temer: «Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros. Porque todo bien y mal residen en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte hace dichosa la condición mortal de nuestra vida, no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el ansia de inmortalidad» (D.L., X, 124).

 Cuando nosotros morimos, los átomos de los cuales nos componemos se disgregan, acabando con ello la sensación y si ya no hay sensación no podríamos sentir dolor, por lo cual la muerte es una dicha porque nos libra del dolor (el mayor mal) y da sentido a nuestra vida, corta el deseo de ser inmortales siendo un deseo totalmente vano ya que si intentamos toda nuestra vida en conseguirla, nos toparemos que en realidad es imposible conseguirla la inmortalidad; es mejor vivir sabiendo que nuestro tiempo es limitado. Sigue diciendo:

Nada hay, pues, temible en el vivir para quien ha comprendido rectamente que nada temible hay en el no vivir. De modo que es necio quien dice que teme a la muerte no porque le angustiará al presentarse sino porque le angustia esperarla. Pues lo que al presentarse no causa perturbación vanamente afligirá mientras se aguarda. Así que el más espantoso de los males, la muerte, nada es para nosotros, puesto que mientras nosotros somos, la muerte no está presente, y, cuando la muerte se presenta, entonces no existimos. Conque ni afecta a los vivos ni a los muertos, porque para éstos no existe y los otros no existen ya. Sin embargo, la gente unas veces huye de la muerte como del mayor de los males y otras la acogen como descanso de los males de la vida. (D.L., X, 125)

Así, pues, el sabio no vive huyendo de la vida y tampoco de la muerte, saca el máximo provecho del tiempo del cual dispone, intentado disfrutar de los placeres que tiene a disposición sin temer al futuro ya que no es. Incluso, el sabio no debe preocuparse de su sepultura (D.L., X, 118).

El tercer remedio aplaca el deseo obsesivo del ser humano por conseguir bienes innecesarios a toda costa. Si poseemos el conocimiento que nos guía y nos provee un seguro de elegir aquello que garantice conseguir (como aprovechar) el máximo placer, como también privarnos de todo dolor, ¿para qué vivir siguiendo placeres que traerán mucho esfuerzo, o obtener a futuro dolores mayores que ese placer momentáneo? La naturaleza dispuso que los bienes, que son necesarios para el buen vivir,  sean fáciles de conseguir, mientras que los innecesarios sean difíciles; fácilmente podemos evitar la angustia de lo innecesario. Entonces, el sabio lo que deberá hacer (si quiera vivir una vida feliz y buena) seguir aquellos bienes que sean necesarios y fáciles de conseguir con prudencia, para que no se acostumbre de «lo mucho» y se baste de lo poco y necesario.23

El cuarto remedio nos dice que, si lo innecesario es difícil de conseguir y lo necesario fácil, la naturaleza ha dispuesto que el dolor (lo malo) sea llevadero si el carácter del individuo está rectamente formado, nos evitamos la angustia del dolor y soportamos serenamente este sin mayor dificultad. El sabio, aquel que comprende todo esto, todo lo que perturbe su alma estará fuera de él. Será semejante a un dios24 y no sucumbirá en sus pasiones desordenadas, manteniéndolas a raya; la imperturbabilidad del sabio es tal que «aun si fuera torturado, el sabio será feliz» (D.L., X, 118).  

Contra los cirenaicos

Aristipo de Cirene (435 a.C - 355 a.C) fundador de la escuela cirenaica y sostenía que la felicidad es el placer. Para él, los mayores placeres provienen de los sentidos y estos se deben perseguir.


Antes de que Epicuro naciese, había otra escuela filosófica la cual proclamaba el placer como el bien supremo, pero, si bien es cierto que el bien supremo es el mismo, la diferencia radica en los tipos de placeres que se deben buscar para la vida feliz: los cirenaicos conciben a los placeres en movimiento (que se pueden decir que son los del cuerpo) y no los placeres en reposo (catastemáticos, los del alma), Epicuro afirma ambos pero no pone como superiores los placeres del cuerpo, sino los anímicos; para los cirenaicos, los dolores del cuerpo son mucho peor que los dolores del alma, para Epicuro todo lo contrario: «Pues la carne sólo sufre tormento en el presente, pero el alma sufre por el presente, el pasado y el futuro. Y por esa misma razón son mayores también los placeres del alma» (D.L., X, 137).

Tanto los cirenaicos y los epicúreos afirman que los placeres nacen en los sentidos, pero, para los primeros, los placeres (al nacer de la sensibilidad) son ilimitados pero para los segundos no es así, la naturaleza dispuso que los placeres sean finitos. La naturaleza ha dispuesto que el placer sea connatural al hombre mientras que el dolor algo extraño, según Epicuro; en la visión cirenaica tanto el placer como el dolor consisten en el movimiento, la ausencia de dolor (que para Epicuro es placer) no es un placer ya que este es movimiento, ni la ausencia de dolor y placer son considerados placeres, es una especie de «estado durmiente» (D.L., II, 89), son estados intermedios; Epicuro negaba esto debido a que la remoción-privación- del dolor es el límite del placer, siendo este límite como el placer máximo, no habiendo estado intermedio, sólo hay dos sentimientos que son el placer y el dolor. Diógenes Laercio, en sus Vidas, remarca los contrastes entre las dos escuelas en el segundo libro de su obra, dice lo siguiente:

No obstante, el placer del cuerpo, que es justamente el fin, según dice también Panecio en su obra Sobre las escuelas filosóficas, no es el placer estable, el originado en la remoción de los dolores y que se presenta en la ausencia de perturbación, que Epicuro admite y que afirma que es el fin. Ellos opinan que el fin y la felicidad difieren. Pues el fin es el placer en particular, y la felicidad consiste en la combinación de los placeres particulares, entre los que se cuentan también los pasados y los futuros. El placer particular es elegible por sí mismo, mientras que la felicidad no lo es por sí misma, sino por los placeres particulares. Da fe de que el placer es el fin el hecho de que nosotros desde niños irreflexivamente estamos habituados a buscarlo, y una vez que lo hemos alcanzado no buscamos nada más, y que nada rehuimos tanto como lo opuesto a él, el dolor. El placer es un bien, incluso si se origina de los hechos más vergonzosos, según afirma Hipóboto en su Sobre las escuelas filosóficas. Pues aunque la acción (para conseguirlo) sea absurda, sin embargo el placer por sí mismo es deseable y bueno. (D.L., II, 87-88)

 Mientras que para los cirenaicos el fin era puramente los placeres particulares, para Epicuro era la obtención de la completa ausencia del dolor el fin, consiguiéndose así la ansiada la felicidad (Ataraxia). Ciertamente, el hedonismo de Aristipo y el de Epicuro no son para nada cercanos: a pesar de que el segundo tomó la idea de que el placer era el bien supremo, no era nada original, debido a que Aristipo (junto al filósofo Eudoxo de Cnido, que también era hedonista) fue de los primeros, pero lo que Epicuro tomó en cuenta fueron las criticas que recibió esta idea por anteriores filósofos.25 

Además, el hedonismo propuesto por los cirenaicos, pragmáticamente hablando, es complicadísimo de llevar a cabo, en palabras de Carlos García Gual (2002): 

Si la felicidad se define como una adición de placeres de tipo activo, sensibles y sobre todo corporales, en el sentido vulgar del término, es efectivamente algo muy aleatorio y difícil de conseguir, porque escapar al dolor no está en nuestras manos, sino en las del azar. Es dudoso que la fruición casual de numerosos placeres pueda compensar el amontonamiento de dolores y temores y el sentimiento de desamparo en la vida de muchos hombres; y el balance de una existencia de acuerdo con este canon puede resultar muy negativa. (p. 157)

Si el fin de la vida humana es conseguir la felicidad, y esta consiste en sumar placeres particulares, sería difícil-o imposible- vivir feliz, el controlar el dolor está fuera de nuestro alcance. De hecho, un filósofo cirenaico llamado Hegesias El Peisithánatos (persuador de la muerte) fue tan consecuente con la filosofía cirenaica que predicó el suicidio a las gentes, debido a que en la vida se encontrarían más dolores que placeres, por esto la muerte era más deseable y placentera.

Notas

  1. Epicureísmo y cristianismo primitivo: Diferencias y convergencias.
  2. «En esta parte tienen un cementerio Epicuro y todos sus secuaces, que pretenden que el alma muere con el cuerpo» (Dante Alighieri, Divina Comedia, Infierno, Canto X).
  3. D.L., X, 3-4, 6.
  4. D.L., X, 2.  Esto muestra el afán de Epicuro por buscar respuestas a las preguntas que le asaltaban a una edad temprana. Sobre esto dice Carlos García Gual (2002, pp.44-45): «En este caso la anécdota parece apuntar dos rasgos: el temprano criticismo e insatisfacción de Epicuro hacia la educación tradicional, basada en la lectura y la memorización de textos poéticos, como los de Hesíodo, sin apurar todo el sentido de los mismos y sin que el "maestro de letras" (grammatistés) fuera hasta el sentido último, considerado en este ejemplo como una especialidad de los filósofos de profesión; y, además, su atención a uno de los problemas fundamentales de la física: el origen del cosmos».
  5. (Gual, 2002, p.48).
  6. D.L., X, 9.
  7. «Yo, que recomiendo la continua actividad en este estudio natural, y sobre todo la serenidad de vida que con ella se alcanza...» (D.L., X, 37).
  8. «Desde luego, el todo fue siempre tal como es ahora, y siempre será igual (...) Pues al margen del todo no hay nada, en lo que pudiera ir a parar en su cambio. Por lo demás (...) el todo consiste en átomos y vacío», (D.L., X, 39).
  9. D.L., X, 43.
  10. Cardona, 2015, p.85.
  11. D.L., X, 61.
  12. Cardona,  2015, pp.87-88. 
  13. Cardona, 2015,pp.88-89.
  14. Cardona, 2015, p.89.
  15. «...El alma es un cuerpo formado por partes sutiles, diseminada por todo el organismo, muy semejante al aire con cierta mixtura de calor, y cercana en cierto respecto a lo uno y en parte a lo otro (i.e. al soplo y al calor)» (D.L., X, 63).
  16. Cardona, 2015, p.89. 
  17. D. L., X, 67.
  18. D.L., X, 32.
  19. D.L., X, 31.
  20. D.L., X, 132.
  21. Epicuro mismo lo dice: «Los dioses, en efecto, existen. Porque el conocimiento que de ellos tenemos es evidente» (D.L., X, 123).
  22. «Una ajustada noción de lo divino es la base para una vida sin recelos ni temores -y ya en varios lugares Epicuro señala que éste es el fin del estudio de la naturaleza, del que la teología resulta una prolongación-, mientras que la ignorancia y la credulidad en los mitos pueden arruinar la dicha. Suponer que existe la providencia divina es no sólo luchar contra la evidencia, sino condenarse a la incertidumbre espiritual» (Gual, 2002, p.178).      
  23. «Así que la autosuficiencia la consideramos un gran bien, no para que en cualquier ocasión nos sirvamos de poco, sino para que, siempre que no tengamos mucho, nos contentemos con ese poco, verdaderamente convencidos de que más gozosamente disfrutan de la abundancia quienes menos necesidad tienen de ella, y de que todo lo natural es fácil de conseguir y lo superfluo difícil de obtener» (D.L., X, 130).
  24. «Estos consejos, pues, y los afines a ellos medítalos en tu interior día y noche contigo mismo y con alguien semejante a ti, y nunca ni despierto ni en sueños sufrirás perturbación, sino que vivirás como un dios entre los hombres. Pues en nada se asemeja a un mortal el hombre que vive entre bienes inmortales» (D.L., X, 135).
  25. A esta cuestión remito al libro del experto Carlos García Gual, Epicuro, al capítulo 7 («Del placer como bien supremo»); en el cual trata sobre el tema del placer y las criticas que recibió la idea del placer como bien supremo, desde Platón y Aristóteles hasta los estoicos.

Referencias bibliográficas

Gual, C. G. (2002). Epicuro. Madrid, España: Alianza Editorial. No hay mucho que decir de este libro: es un gran libro acerca del pensamiento y de la vida de Epicuro. Recomendable para aquellos que gusten de la filosofía y de la figura de Epicuro.

Laercio, D. (2013). Vidas y opiniones de los filósofos ilustres (Segunda ed.). (C. G. Gual, Trad.) Madrid, España: Alianza Editorial. La obra de Laercio es recomendable sencillamente al contener 10 libros dedicados a varios filósofos, expone con curiosas anécdotas sus vidas y muestra textos de las distintas figuras de la misma. Para los cánones modernos que se tienen de una historia de la filosofía no llega a gran altura, pero a pesar de ello es una obra con gran valor y que es ampliamente recomendable.

Cardona, J. (2015). Filosofía helenística: estoicos, epicúreos, cínicos y escépticos. España: Bonalletra Alcompas. Este libro es un manual no sólo a la filosofía de Epicuro sino a toda la etapa de la filosofía helenística, ameno y sencillo de leer.

Carta a Meneceo, Epicuro. Se encuentra en la obra de Diógenes Laercio, en el libro X, 122-135. En esta, abarca su física.

Carta a Heródoto, Epicuro. Se encuentra en la obra de Diógenes Laercio, en el libro X, 35-83. Su conocida carta en la que expone resumidamente su ética.

Máximas capitales, Epicuro. Se encuentra en la obra de Diógenes Laercio, en el libro X, 139-154. Breves aforismos de Epicuro.

De rerum natura, Tito Lucrecio Caro. Su obra está compuesta de 6 libros y despliega a través de estos la filosofía de Epicuro, reúne la filosofía y la poesía en una sola obra: desde la teoría física, pasa por un examen de las almas de los hombres hasta dar una historia del mundo y de la civilización.

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