La lógica es (entre otras cosas) una aptitud natural humana, por la cual la razón ordena sus actos (pensamientos) con el fin de alcanzar la verdad. Esto nos lleva de lleno a lo que la filosofía es. Detallemos sobre lo que la actividad filosófica es.
Sobre la actividad filosófica
La definición real (y clásica) de filosofía es ciencia de todas las cosas por sus causas últimas, adquirida mediante la luz natural de la razón. Vemos en esta definición que se ocupa de todas las cosas (objeto material), mediante sus causas últimas (objeto formal). En cierto modo, esto se relaciona con la definición nominal de filosofía, a saber, amor por la sabiduría. Dicho amor revela una tendencia hacia la sabiduría; este amor no es puro deseo, porque se ama algo que se tiene, pero se sigue amando porque se desea poseer plenamente.
La sabiduría, definida clásicamente mediante la palabra latina sapientia, es justamente la posesión del conocimiento de las últimas causas de todas las cosas. Es por ello que la filosofía es, ante todo, una tendencia hacia la sabiduría; no obstante, la filosofía es, de cierta manera, sabiduría. En efecto, no es meramente una disciplina entre otras, porque su objeto es de carácter universal: estudia todo, en tanto todo es ente.
En el estudio del ente, se llega a lo profundo de la misma realidad; no es un mero saber generalísimo, sino que todo es visto desde el punto de vista del ente y de sus causas últimas. El ente es el punto de partida de la filosofía, y a través de las distintas disciplinas filosóficas, se estudia cierta modalidad del ente.
Esto, a su vez, revela la capacidad infinita de la inteligencia humana. Esta es una tendencia hacia al mundo, es semejante a una luz que ilumina todo a su alrededor, porque los sentidos son limitados; no nos permiten llegar a la «raíz» de todo cuanto existe. Podemos decir que encuentra un sentido en el universo. Al ser algo innato del hombre, siempre habrá filósofos, en tanto que dicha tendencia representa una necesidad humana fundamental.
Pero la actividad filosófica no puede ser algo que deba ser tomado a la ligera, como cualquier nimiedad. Al ser la filosofía una ciencia, su actividad debe ser rigurosa, de acuerdo a principios metodológicos precisos, para alcanzar ese «sentido» último o esa perspectiva universal unitaria. Mejor dicho, para pensar desde ese punto de vista que caracteriza a la filosofía. Es justamente aquí donde entra el papel de la lógica en la actividad filosófica.
Lógica y filosofía
La lógica es un instrumento que nos provee de lo necesario para elaborar raciocinios correctos y verdaderos. Mediante el instrumento de la lógica, podemos pensar coherente y ordenadamente las verdades implicadas en las primeras intuiciones que todo filósofo posee (es decir, antes de ponerse a filosofar). Con ella llegamos con certeza a conclusiones derivadas de las verdades más evidentes. Para poder avanzar rectamente en la filosofía, debemos, pues, perfeccionar la lógica natural que, por así decirlo, traemos de fábrica mediante la lógica científica. Dicha lógica científica, además de ser útil teóricamente, es útil en la práctica, de ahí que sea también un arte.
Históricamente, la lógica siempre ha servido de preliminar en los estudios filosóficos. Esto claramente no era gratuito: era (y es) indispensable estudiar lógica para poder pensar en cosas más graves, lo que se expresa en los problemas filosóficos. Por tanto, podemos decir que «utilizar la Lógica es lo mismo que filosofar» (Gutiérrez Sáenz, 2006, p. 32).
Esta es más o menos compartida por todos aquellos que se han acercado a la filosofía o que han filosofado «duramente». A saber, que la filosofía es una actividad racional. Independientemente de los presupuestos metafilosóficos (i. e., aquellos supuestos concernientes con una filosofía de la filosofía) que se puedan sostener, es un hecho que la filosofía implica razonamientos y argumentación. Esto permite evadir el dogmatismo, en tanto que supone proveer de argumentos y ofrecer una base racional para lo que se está afirmando o concluyendo.
Podemos incluso decir que esta aptitud argumentativa define a uno de los estilos de filosofar más influyentes en la contemporaneidad: la filosofía analítica. De acuerdo con Comesaña (2001), lo que caracteriza a esta filosofía no es un método particular o un conjunto concreto de problemas, sino la «aptitud filosófica» de «discernir, en cualquier argumento, "lagunas" lógicas y también en ser capaz... de producir un buen argumento en favor de cualquier posición» (p. 117).
Como tal, esto no hace parte exclusivamente de la filosofía, sino del pensamiento crítico en general. Esto consiste no sólo en ofrecer argumentos para las propias conclusiones, también en solicitar o exigir el sustento de las afirmaciones de otro. En general, el pensamiento crítico supone que, al preguntarnos el porqué de nuestras conclusiones o afirmaciones, seamos capaces de ofrecer razones (esto es, argumentos) a nuestro favor (o en contra de otro, si estamos contraargumentando).
Esto nos permite, a su vez, que seamos partícipes en la formación de nuestras creencias. Por así decirlo, tenemos el papel activo de construirlas, lo cual supone la capacidad de cuestionar la información que nos llega. Además, esta actitud consiste en cambiar de punto de vista a la luz de los argumentos que tenemos presentes, en específico, de los buenos argumentos. Abandonar una posición y adoptar otra es parte del pensamiento crítico, si es que, claro, se realiza correctamente.
En suma, el que filosofa debe poseer una actitud crítica y lógica. Como diría Warburton (2004), la filosofía no es un deporte para espectadores, porque el que estudia filosofía no se enfoca solamente en lo que otros pensaron: el que discute filosóficamente, está haciendo filosofía. El estudio de la filosofía es un proceso para convertirse en filósofo, no para ser un experto en las opiniones de otros (i. e., de filósofos pasados).
Consiste este estudio, pues, en aprender a filosofar, y filosofar no es más que discutir argumentativa y lógicamente. Por tanto, la filosofía es una práctica completamente activa que nos exige lo mejor de nuestro intelecto para alcanzar la verdad —lo que es el fin de la lógica.
![]() |
Filósofo meditando (1632), por Rembrandt. |
Referencias
Gutiérrez Sáenz, R. (2006). Introducción a la lógica (Novena ed.). Editorial Esfinge.
Comesaña, J. M. (2001). Lógica informal, falacias y argumentos filosóficos.
Romero, C. (29 de abril de 2023). Lógica básica. Una introducción al arte del razonamiento (Versión parcial). https://philpapers.org/rec/ROMLBW
Warburton, N. (2004). Philosophy: the essential study guide. Routledge.
0 Comentarios