En una entrada anterior, mencionamos que la lógica es aquella ciencia que estudia los pensamientos, en tanto que ordenados para alcanzar la verdad. Pues bien, con base a estos pensamientos es que la lógica se divide.

Mencionamos que los pensamientos, o actos de la razón, se clasifican en tres: ideas, juicios, y raciocinios. Estos son también llamadas «propiedades lógicas», en razón de que son propiedades que la razón considera de las cosas, sin por ello existir realmente; o sea, son entes de razón. Son elaboraciones de la mente humana, o sea, son productos de ciertas operaciones mentales (las cuales se detallarán después en otra entrada).

La ciencia de la lógica puede dividirse según el estudio de cada forma del pensamiento: lógica del concepto, lógica del juicio, lógica del razonamiento. En la primera, se estudia la naturaleza de los conceptos, sus modalidades, relaciones, etc. En la segunda, el estudio de las maneras en que se relaciona el sujeto con el predicado. En la tercera, se estudia los diversos modos de razonar y sus condiciones de validez.

No obstante, la lógica se divide en dos grandes ramas: la lógica material y la lógica formal. Esta última analiza y estudia las formas que los pensamientos adoptan con independencia de sus contenidos concretos. Es decir, estudia las condiciones por las cuales un pensamiento es correcto. Observamos la diferencia entre forma y contenido; esto usualmente se ve en la estructura formal de los argumentos: un argumento puede tener una forma argumental válida, pero las premisas, el contenido, ser falsas. Por su parte, la lógica material estudia las condiciones por las cuales los pensamientos son verdaderos.

La lógica material es, más bien, una lógica filosófica, en tanto que, en cierto modo, se encarga de estudiar la correspondencia entre el orden lógico y el real. Con base en el estudio de los pensamientos, en cuanto operaciones lógicas de la mente, detalla la naturaleza de los mismos. Si bien se estudia la esencia de los pensamientos, se fija en sus estructuras para determinar los mejores «caminos» para la verdad, que es, en última instancia, el fin de la lógica. Podemos decir que realiza una interpretación filosófica de los pensamientos u operaciones lógicas.

Por ello, la lógica formal se basa en la material, pero usualmente se desarrolla con autonomía de esta última, como es notable en la lógica simbólica; esto es, con independencia de interpretaciones filosóficas. Esto no significa que, para fundamentar una lógica (o lenguaje) formal, no se requiera de una lógica material o filosofía de la lógica. Como dice Sanguineti (2000), «a ésta [la lógica material] le corresponde fundamentar los principios del discurrir lógico, o estudiar problemas como el valor de los conceptos universales, la naturaleza de la abstracción, la relación entre el pensamiento y lenguaje, etc.» (p. 25).

Podemos decir que las anteriores tres partes de la lógica mencionadas, son partes tanto de la lógica formal y (yo añadiría) material. Esta determinará las condiciones que dichos pensamientos deben cumplir para que sean correctos, coherentes según sus estructuras. Esto, de nuevo, subraya que lo importante son los pensamientos correctos solamente. Es a la lógica material que le compete el determinar aquello que vuelve verdadero a los pensamientos.

Hasta ahora hemos diferenciado entre pensamiento correcto y pensamiento verdadero. Esta es una elemental distinción que se tiene que hacer, ya que, si no se tiene esto claro, podemos caer en múltiples confusiones. En efecto, se reconoce que hay pensamientos verdaderos e incorrectos, y pensamientos falsos y correctos.

En primer lugar, un pensamiento verdadero es aquel que está de acuerdo con la realidad. Un pensamiento falso es la negación de lo anterior, es lo que no está de acuerdo con la realidad. Un pensamiento correcto es el que está de acuerdo con las leyes de la razón, que es congruente consigo mismo, y el que respeta las normas de su estructura. Un pensamiento incorrecto es lo contrario de lo anterior, y, por mucho que sea verdadero, no respeta las leyes de la razón.

Un ejemplo de esto último, es el siguiente argumento: si Sócrates es hombre, entonces Sócrates es mortal; Sócrates es mortal; Sócrates es hombre. La inferencia de esta última proposición es incorrecta, ya que no hay una ley de inferencia que valide tal deducción. En efecto, se comete la falacia de la afirmación del consecuente; del hecho de que Sócrates sea mortal, no se sigue que sea hombre (hay otras criaturas mortales en este mundo, además del humano). No obstante, la conclusión es verdadera.

Lo ideal es la elaboración de pensamientos verdaderos y correctos, el cual es el fin de la lógica. Cuando un pensamiento falla en ser correcto, no hay ninguna garantía de que, en el caso de ser verdadero, sea verdadero; si lo es, es por fortuna o por accidente. Con el anterior ejemplo, vimos que es posible elaborar o «producir» un pensamiento verdadero e incorrecto; pero es igualmente posible cometer lo contrario, a saber, un pensamiento falso y correcto. Estos últimos dan la ilusión de que lo concluido es verdad, porque justamente se llegó a ella mediante una buena deducción.

Conclusión

Vimos que la lógica se divide en dos grandes partes, la lógica formal y material, las cuales estudian (desde un aspecto relativamente distinto) la idea, el juicio, y el raciocinio. La lógica formal estudia las condiciones que los pensamientos deben satisfacer para que sean correctos, y la lógica material las que deben satisfacer para que sean verdaderos. De esto notamos una diferencia entre algo correcto y algo verdadero: un pensamiento puede ser correcto, verdadero, o ambas cosas. La lógica nos ayuda para alcanzar esto último, la elaboración de razonamientos que sean tanto correctos como verdaderos.

Si bien la lógica formal es la que usualmente entendemos por «la» lógica, ambas partes son necesarias para una completa comprensión de la lógica y de los problemas que le conciernen. Ni tampoco la lógica formal se reduce al estudio del raciocinio. La lógica, pues, no se reduce solamente a la lógica formal, ni esta al razonamiento o raciocinio.

Referencias

Gutiérrez Sáenz, R. (2006). Introducción a la lógica (Novena ed.). Editorial Esfinge.

Sanguineti, J. J. (2000). Lógica (Quinta ed.). Ediciones Universidad de Navarra.